Una vez más, los británicos son diferentes. O al menos su primer ministro, el conservador Boris Johnson. Su parsimoniosa forma de encarar la lucha contra la pandemia del coronavirus choca de frente con las medidas draconianas puestas en marcha desde hace semanas por muchísimos otros países, desde el acantonamiento de la población decidido por China y por Italia y España, o la primacía de los controles para detectar cuanto antes a los portadores del virus aplicada en Corea del Sur y Hong Kong para evitar la aceleración de los contagios.
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