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Por qué tengo miedo al toque de queda

Lo reconozco: a medida que ha ido avanzado la certeza de que va a imponerse en toda España un toque de queda por el coronavirus, me he sentido intranquilo y hasta un poco asustado. Y no es porque piense que esta medida responde a un intento desesperado de buscar una solución, sino por todo lo contrario: porque no tengo claro si prueban con esto como podrían probar con una procesión, una rogativa, o una manifestación de manos blancas.

Vamos a echarle un ojo al asunto lo más objetivamente que se pueda.

El caso es que hasta ahora, en algunas partes de España los bares tenían que cerrar a las 11 de la noche y en otros a las doce. Estas actividades ocio representaban la inmensa mayoría de las salidas, porque los restaurantes tenían aforo limitado y, creo recordar, no podían recibir clientes después de las diez.

Las otras actividades, como el botellón y las juergas en pisos, ya estaban igualmente prohibidas por diversas leyes. También las reuniones de más de un determinado número de personas.

Como volver a prohibir lo que ya está prohibido parece propio de atontaos, porque lo normal sería hacer cumplir la prohibición previa, vamos a centrarnos en el cierre de los locales de ocio.

O mucho me equivoco, o como muy pronto se establecerá el toque de queda a las diez de la noche. Ponerlo antes es complicarse a lo bestia la vida con la gente que trabaja hasta un poco tarde, los empleados de los supermercados, por ejemplo, y tener que hacer la vista gorda hasta que esa gente haya tenido tiempo de regresar a casa.

¿Así que de verdad vamos a armar todo este jaleo por una o dos horas? Yo creo que no. Que hay otras razones. Y ahí entra en juego mi temor.

Se implanta el toque de queda porque necesitan algún tipo de pretexto, el que sea, para volver a establecer el Estado de Alarma. Me da miedo porque eso indica que estamos en manos de gente que no tiene coraje para jacer lo que tiene que hacer y lo pinta de verde pistacho para que cuele mejor.

Se implanta el toque de queda porque es un término que suena duro, contundente, viril e imperativo. Es lo mismo de antes, pero vestido con botas militares y traje de camuflaje. Me da miedo porque cuando la retórica toma ese rumbo se sabe dónde empieza pero no dónde termina.

Se implanta el toque de queda porque tuvieron esa ocurrencia otros presidentes europeos y aquí no quieren ser menos, aunque no tengan muy claro qué es lo que ya puede añadir a lo que ya había. Me da miedo porque demuestra que carecemos de líderes y los que se dice líderes carecen de ideas.

Se implanta el toque de queda porque no tienen ni idea de lo que pueden hacer y quieren simular que hacen algo. Quieren parecer duros, indomables, responsables y atentos, cuando las medidas reales, los rastreadores, los nuevos medios sanitarios, ni están ni se les espera. La gente sigue yendo al trabajo de seis de la mañana a diez de la noche. Los colegios siguen abiertos. Las tiendas igual. Los bares lo mismo. Pero adelantando una hora o dos los cierres, lo arreglan. Me da miedo porque, o son gilipollas, o nos toman por gilipollas. Y como pienso que ambas, las dos, son ciertas, pues me da mucho miedo.

A decir verdad, a los hosteleros no creo que les perjudique mucho más que lo que ya había. A los que iban de juerga a casa de un colega les basta prolongar la fiesta hasta las seis. Los viejos ya no salían a esas horas. Los currantes, tampoco. Los que entren al primer turno, necesitarán un pase y lo tendrán como hasta ahora, o como lo tuvieron en el confinamiento duro.

¿En manos de qué estamos? ¿Qué parte de los contagios pretenden reducir con esto?

¿No será para aparentar que se hace algo? ¿No se estará haciendo para la galería y el aplausímetro? ¿No será porque quieren parecer recios y aplomados cuando no saben encontrase el culo ni con un mapa?

Qué miedo dan...