Por qué estoy en contra del confinamiento domiciliario por la pandemia

Me gustaría dar mi punto de vista de forma razonada por qué estoy en contra de un confinamiento domiciliario salvo en determinados casos. No es que sea una persona muy escrupulosa a la hora de tomar medidas de higiene y de precaución frente a la pandemia, pero el comportamiento que he visto en otras personas es para perder la fe en la humanidad.

Durante el estado de alarma decretado por el gobierno con un confinamiento domiciliario obligatorio, las pocas veces que salí a la calle,lo hice estilo Mad Max; con una máscara antigas; puesto que pertenezco al grupo de riesgo y era imposible comprar mascarillas pues no había. Me encontré a un viejo sin mascarilla, queriendo entablar conversación animada conmigo. A una enfermera que iba de erúdita y al verme, me dijo que no hacia falta mascarilla que con guardar la distancia de 1,5 metros y lavarse las manos era suficiente. O a una pareja de histéricos que a pesar de llevar máscara antigas, me exigieron que guardase la distancia mínima, mientras escupian aerosol por la boca con el viento a su favor y que gracias a llevar máscara antigas con protección facial completa, pude esquivar. Los grandes portales de venta de artículos online como Amazon se aprovechan de la situación generada por la pandemia. Los que tenían más, ahora tienen mucho más, y los que tenían menos, ahora tienen mucho menos. Y al virus no se le paró los piés.

Finalizado el confinamiento, yo vi como hay personas que hablan sin parar en un autobús a rebosar. ¿No pueden entretenerse un ratito con el teléfono móvil escribiendo mensajes? Algunos, se quitan parcialmente la mascarilla y dejan las fosas nasales al descubierto. Yo por motivos laborales, tuve que desplazarme varias veces a una localidad turística en autobús. No me importa asumir riesgos, pero me toca las narices aguantar la estupidez humana.

Entré en un restaurante en verano y quedé atónito que como las aspas gigantes del sistema de ventilación están funcionando, mientras los comensales comen y hablan de forma desenfrenada dentro del local, imagina el aerosol esparcido a los cuatro vientos gracias a los ventiladores y entré en otro restaurante en época estival, pedí un rollo de sushi y el cocinero mientras lo prepara, conversaba sin mascarilla sobre fútbol con un amigo suyo detrás de la barra. Mientras el cocinero hablaba a mandíbula batiente con pasión futbolera made in Spain, mi imaginación percibe como centenares de partículas de saliva caen sobre mi rollo de sushi que el chef sostiene con su mano a la altura de su barriga después de haberlo enrollado cuidadosamente. Yo pongo cara de desagrado e indiferencia y en un acto de "Viva la muerte, abajo la inteligencia". Me la juego, vivo en una de las Comunidades Autónomas con menos incidencia de Coronavirus, me zampo el rollo de sushi con frialdad. A pesar de todo, reflexiono sobre lo que acabo de ver: "Nos merecemos una extinción masiva."

Converso por teléfono con un cardiólogo sobre la enfermedad de un familiar durante el mes de septiembre. Él médico me confiesa que por culpa de varios jóvenes que hicieron fiesta y botellón en verano se contagiaron de Coronavirus y ocho familias se vieron obligadas a confinarse en sus domicilios.

Mítines, manifestaciones por chorradas, eventos deportivos masivos, fiestas privadas clandestinas en domicilios o locales, bautizos, primeras comuniones, bodas, discotecas, conciertos estilo "Ni una puta mascarilla". abrazos, besos... Individuos fumando por la calle o en las terrazas del bar obligándote a inhalar el humo que desprenden sus cigarrillos. Siempre que paso al lado de un fumador, me pongo de mala hostia; los hay que saben controlarse y guardar las formas, pero otros no, les daría igual fumar delante de un enfermo de ćancer de pulmón con metástasis.

Negacionistas frikis que te dicen que no hay virus. No eran pocos los estúpidos que me encontraba por la calle y parió la abuela.

Niños obligados a ir al colegio a estar horas en un aula con las ventanas abiertas en pleno otoño-invierno cuando existe Internet y se podría prescindir de clases presenciales, una decisión tomada por las autoridades que nos aburren con sus declaraciones de intenciones sobre un posible confinamiento domiciliario, que si dentro de 2 semanas, que si esto no cambia, no quedará más remedio que hacerlo.

Se obligan a cerrar pequeños comercios dónde a lo mejor hay 2 o 3 personas dentro del local en un momento dado y se permite la apertura de los supermercados e hipermercados con sistemas de extracción y ventilación de aire, que a lo mejor tienen filtros anticontaminantes con partículas del Coronavirus, locales gigantescos en los que entran centenares o miles de personas al día.

Hay que salvar el verano... hay que salvar la Navidad. Solo en esos casos, hay que levantar el confinamiento y dejar que la marabunta se contagie alegremente en sus fiestas sociales. Aunque suene extraño, nuestros políticos creen que trabajan para que vivamos... ¿mejor? Y yo se lo agradezco: gracias por subirme la cuota de la seguridad social de trabajador autónomo en plena pandemia mientras algunos de mis clientes me piden descuentos de hasta el 50% como si fuese Mr. Marshall. Ojalá los supermercados, los comercios, los profesionales, Amazon, Ebay, Aliexpress, las compañías del suministro de la luz, agua, basura, alcantarillado, Internet tuviesen ese detalle conmigo. Los organismos recaudatorios de las diferentes Administraciones Públicas también podrían aplicarme un 50% de descuento COVID sobre lo que tengo que pagar. Aunque viendo el panorama, no me quedará mucho para terminar solicitando un Ingreso Mínimo Vital que jamás recibiré por algún "pero" en los requisitos exigidos de los tecnócratas lumbreras que dirigen el tinglado. Ya pregunté que pasaría si me quedase sin ningún ingreso como trabajador autónomo, me dijeron que podían conseguirme una paguita de 6 meses. Lo peor de todo, es que estos tiempos que corren, ese rollo cuñado de por qué no das conciertos, ya no es garantía de supervivencia.

Más confinamientos domiciliarios solo traerían la ruina económica y social. Los últimos disturbios son la prueba de ello. Puestos a morir, me da igual que sea por el Coronavirus, un infarto, de hambre o de un pelotazo de goma. Por aquí, hay algunos que viven con una paranoia constante y exigen que todo cristo esté recluido en su casa, debe ser porque se dedican exclusivamente al teletrabajo y viven en su burbuja, lo más seguro que creen que todos vivimos en su misma burbuja, pués no. Por desgracia, otros tienen que salir a la calle a buscarse la vida.

La solución a la pandemia no es colectiva sino individual. Las personas que trabajan en soledad como suele ser mi caso, lo tienen bastante fácil, los que trabajan en empresas con una plantilla numerosa lo tienen más complicado y más cuando el centro de trabajo es concurrido sin que esté dividido mediante mamparas o paredes y cada trabajador no disponga de un despacho o habitáculo para trabajar el śolo. Pero una cosa es morir mientras trabajas y otra cosa es morir por hacer el gilipollas.

Solo creo en los confinamientos para ancianos, personas con enfermedades graves y por supuesto, esos confinamientos deben ser forzosos para enfermos de Coronavirus y personas que han estado en contacto con dichos enfermos.