Adoctrinamiento y adoctrinadores

Adoctrinar es inculcar una ideología o religión como la única verdadera, ocultando el resto al alumno e impidiéndole usar su espíritu crítico para decidir cuál es la suya. Por eso el adoctrinamiento daña la libertad del individuo, su capacidad para construir su conciencia y con ello su futuro, al imponerle un camino sin permitirle optar por otro.

Y por eso el adoctrinamiento es malo, tanto si lo imponen los padres del menor como si lo impone cualquier otro sujeto. Es malo que te adoctrinen en un colegio del Opus diciéndote que los mitos y ritos de una determinada religión son verdad universal. Es malo que te adoctrinen en una comunidad kika diciéndote que todo el que contradice a su extravagante gurú es un pecador. Y es malo que te adoctrinen en un colegio cubano presentándote a Fidel Castro como un héroe y calificando de "gusano" a todo el que se oponga a su régimen.

La misión de la enseñanza no es (salvo la excepción que a continuación indicaré) inculcar un pensamiento. Su misión es ofrecer ciencia y los distintos pensamientos que la filosofía ha engendrado a lo largo de los siglos. Y dejar libertad al alumno para que elija el suyo. El profesor podrá, dentro de su libertad de cátedra, expresar su opinión personal al respecto, pero nunca imponiendo un solo punto de vista.

Como digo hay una excepción a lo anterior, un caso en el que la enseñanza debe ejercer proselitismo y defensa activa de un núcleo universal de principios y valores: los Derechos Humanos y los pilares del sistema democrático. El derecho a no ser discriminado por raza, sexo u orientación sexual, el derecho a la sanidad, el derecho a la libertad de expresión, el derecho a la participación política...son aspectos tan inherentes a la dignidad del ser humano que pueden calificarse como objetivamente buenos en un mundo donde todo lo demás es subjetivo. Y es deber del Estado predicarlos, para asegurar que las futuras generaciones profundicen en su respeto y la dignidad de todos se vea respetada.

Yo tengo derecho a que los futuros ciudadanos me respeten, sea negro, homosexual o judío. Tengo derecho a vivir en un mundo donde nadie me niegue el derecho a amar y compartir mi cuerpo con la persona adulta que desee, ni me discrimine por ello. Y por eso tengo derecho a que quienes van a compartir la sociedad conmigo aprendan desde su infancia que deben respetarme.

Por eso el PIN parental es una aberración. Pretende privar a los estudiantes de puntos de vista. Pero además pretende hurtarles los puntos de vista más universales, más intrínscamente ligados a la dignidad del individuo y, por tanto, más buenos, objetivos y verdaderos. Aquellos que detestan quienes consideran que la mujer debe estar en la cocina y los maricones en el armario. Aquellos que marcan la diferencia entre una sociedad libre y la cárcel clerical-militar de la que hemos ido saliendo poco a poco durante los últimos 40 años, y algunos tanto añoran.

Huelga decir que los niños no son propiedad de sus padres, sino futuros ciudadanos con derecho a aprender y pensar por sí mismos. Y que un cafre no tiene derecho a condenar a su hijo a ser otro cafre, ni a privarle de las armas que precisa para salir de los agujeros de oscurantismo, odio, ignorancia e incluso violencia que, por desgracia, son algunos hogares.