Las ciudades y las personas. Distribución de recursos hacia arriba

Los que no vivimos en esas megaurbes vibrantes donde parece estar todo lo que se hace, estamos acostumbrados a escuchar que se fomenta el crecimiento de esos centros urbanos porque generan sinergias, aprovechan mejor los recursos y producen mejores resultados económicos y humanos. La alta densidad de población es atractiva para las empresas y reduce costes en la oferta de servicios públicos. Como además hay mucha gente que va a agradecerte esos servicios con su voto, pues los políticos tienen todos los incentivos para invertir allí lo de todos, y al resto que nos jodan. Sin eufemismos ni paliativos.

En el fondo, lo que nos vienen a decir, y puede que con razón, es que los pueblos son menos eficientes, una especie de capricho, y que de alguna manera ya está bien de que esas urbes subvencionen los servicios en lugares apartados, en medio de la nada.. donde residen personas que generan un valor añadido por debajo de la media.

En principio no estoy de acuerdo ni en desacuerdo con la idea, pero me gustaría señalar que si eso es aceptable para las ciudades puede serlo también para las personas, y que puede resultar igualmente acertado afirmar que ya está bien de emplear recursos en los que no producen nada, en los que no han estudiado, en los que no generan sinergias ni crecimientos de productividad, por no mencionar a los que ya no van a producir más o a los que nunca van a producir nada, porque no valen para nada, o porque sus circunstancias los alejan de la economía de mercado

Y utilizo esas expresiones concretas porque son, textualmente, las mismas que he escuchado a otros emplear sobre mi pueblo, mi comarca o mi región.

Y propongo que el método de gestión que se aplica a los territorios se aplique a las personas. Porque lo de la ley del embudo a lo mejor ya cansa un poco.

Porque el doble rasero ya sabemos de qué va; y de aquí, de estas cosas, es de donde procede el desapego de algunos a las ideas que, disfrazadas de solidarias, convierten a los mismos siempre en perdedores.

De aquí sale que ciertas ideas nos parezcan lesivas, adversarias y peligrosas a los que no vimos en una gran urbe. Y luego vienen los lloros cuando votamos algo que los cosmopolitas no les gusta... Ya... Ni a nosotros, pero a veces no nos queda más remedio...