Cosas de Macroeconomía V: Las guerras civiles y cómo afectan a la economía

Últimamente estoy escuchando mucho el término "guerra civil" en cuanto al resultado más inminente de la situación económica provocada en relación al Covid y sus devenires. Si bien es cierto que una guerra civil, ahora mismo, es poco probable (que no imposible), quiero desarrollar un poco el tema y discutir algunos aspectos socioeconómicos de las guerras civiles, poniendo especial énfasis en los países africanos donde tienen más que bastante experiencia en este sector.

Aunque lo titulo "Cosas de Macroeconomía V", realmente funciona como un pequeño anexo y no entro mucho en detalle en los aspectos macroeconómicos (sc., no aplico ni explico modelos y generalmente es grosso modo), pero como no hay mucho interés por mis artículos, tampoco me voy a matar en mantener una coherencia con los títulos.

En fin. Entremos al meollo del asunto.

Introducción

Una diferencia bastante útil a la hora de comprender el motivo de las guerras civiles es la que existe entre la codicia y la injusticia. 

En un extremo, pueden aparecer rebeliones porque los rebeldes aspiran a adquirir riqueza mediante el secuestro de recursos de forma extra-legal. En el otro extremo, pueden aspirar a eliminar el país de un supuesto régimen injusto. Ambas motivaciones, obviamente, implican tipos radicalmente opuestos de intervención política si la comunidad internacional espera promocionar los aspectos de la paz. 

El modo más evidente de descubrir qué motiva a la gente es preguntarles. Sin embargo, pronto nos encontramos con un problema. Esas organizaciones rebeldes lo suficientemente exitosas como para ser relevantes jamás admitirán que su principal motivación es la codicia.

 Las organizaciones rebeldes con éxito  ponen bastante énfasis en mantener una buena apariencia de cara al público internacional. Las historias sobre la injusticia no solo funcionan mejor con este público, sino que también es bastante más satisfactorio a nivel personal; los propios líderes de los rebeldes se persuaden a sí mismos con su propia propaganda. 

Incluso un sentido acentuado de la injusticia puede ser funcional a nivel interno de la organización rebelde. La organización tiene que reclutar más miembros y, por lo tanto, su éxito depende de esto. A medida que la organización crece, los beneficios materiales que pueden ofrecer a los miembros adicionales tienden a disminuir. Al poner énfasis en un sentimiento de injusticia, la organización puede conseguir reclutas adicionales de forma más barata. Por ende, incluso cuando la codicia está en la cima de la organización, el discurso puede estar dominado primordialmente por la injusticia. 

No intento ser cínico ni intento argumentar que los rebeldes se engañan a sí mismos a la hora de explicar sus motivaciones. Lo que intento decir es que ambas organizaciones rebeldes, aquellas guiadas por la codicia y por la injusticia, envuelven su comportamiento por igual en una narrativa de injusticia.

Sacando provecho de una guerra civil

Ahora entramos en los aspectos que más me interesan: la economía. Las guerras civiles tienen un alto coste para la economía. De media, podemos estimar que la economía disminuye en un 2.2% por año en relación con su crecimiento subyacente (academic.oup.com/oep/article-abstract/51/1/168/2361710). No parece un número muy alto, pero significa que después de una década de guerra la sociedad tendrá un salario un 20% inferior a lo que hubiese tenido de otra forma.

A pesar de estas pérdidas, las guerras civiles crean oportunidades para ganar dinero que no están disponibles durante los periodos de paz. Desarrollemos esto.

Primero, durante la guerra civil, la vida tiende a ser bastante menos predecible. Como resultado de esto, la gente reduce sus expectativas al corto plazo o tienden a contar menos con el futuro. Esto cambia los cálculos del comportamiento oportunista. Bajo circunstancias normales, la gente tiende a no ser oportunista en las relaciones comerciales porque este comportamiento daña su reputación y hace que sea más difícil para ellos llegar a tratos en el futuro. Sin embargo, cuanto más impredecible es el futuro, o cuanto más peculiares son las circunstancias del momento, menos importante es el sacrificio de las oportunidades del momento para mantener la reputación en el futuro. 

Por lo tanto, las guerras civiles hacen que la gente sea mas oportunista. Esto afectará a las prácticas comerciales, por lo que algunas empresas tendrán éxito con prácticas más “astutas” mientras otras se convierten en sus víctimas. Las tasas de beneficio serán más dispersas y aumentarán para los oportunistas.

En segundo lugar, habrá un más que posible aumento de la criminalidad. Los gobiernos reducen su gasto en control policial durante los conflictos a medida que aumentan los gastos militares. Como resultado, el riesgo de ser castigado por un comportamiento criminal se reduce considerablemente. 

La principal actividad de los delincuentes es el robo, y esto reduce el acaparamiento de activos de dos formas. El aumento de los robos hace que los activos sean menos atractivos. Por ende, las familias tenderán a reducir el número de activos o a sacarlos del país. Por ejemplo, un fenómeno común de las guerras civiles es el declive drástico del ganado. Además, los propios criminales se enfrentan a un problema mayor que el de sus potenciales víctimas. Si un criminal acumula activos adquiridos mediante robo, sus posesiones jamás estarán seguras por tener tan mala reputación. Una respuesta bastante habitual es sacar los activos del país, bien directamente (como cuando el ganado robado se lleva al otro lado de la frontera) o indirectamente (cuando su valor se convierte a otro tipo de activo).

En tercer lugar, durante las guerras civiles los mercados se empiezan a ver afectados. En circunstancias normales, la principal fuerza que mantiene bajos los beneficios en general es la competencia. Si hay buena información y es fácil de meterse en el mercado, los márgenes se reducirán hasta el punto en el que los negocios no obtengan mayores ingresos que los que obtendrían en cualquier otra actividad. 

Las guerras civiles hacen que la información sea mucho más cara y especial. Además, hacen que empezar un negocio sea mucho más difícil. Aquellos negocios en activo pueden recurrir a la ilegalidad para hacer difícil la entrada a nuevos competidores, y, cuando el oportunismo se hace más habitual, los negocios viables se centrarán en aquellas relaciones en las que todavía se pueda confiar. 

Por lo tanto, durante la guerra civil, la competencia tiende a reducirse. Los negocios tienden a convertirse en monopolios y los márgenes de beneficio aumentan. Como no, durante el conflicto el volumen de transacciones se reducirá, pero, si los márgenes aumentan lo suficiente, los beneficios pueden aumentar.

En cuarto lugar, los rebeldes pueden buscar cobrar impuestos e incluso los propios gobiernos pueden entrar en este negocio a medida que sus actividades empiezan a estar menos vigiladas y reguladas. En algunas ocasiones la diferencia entre rebeldes y gobierno puede difuminarse cuando los soldados de día se convierten en rebeldes de noche.  Estos rebeldes no se rebelan contra el gobierno; simplemente se quitan el uniforme para evitar la detención y aumentar las oportunidades de depredación a través de sus armas de carácter oficial (contactos o derechos, entre otros).

Al final, si hay mucha competencia a la hora de cobrar estos impuestos, puede terminar por completo con la actividad comercial. Por ejemplo, imaginemos que queremos transportar productos desde la fábrica a la costa para su exportación. Si a lo largo del camino nos encontramos con muchos “peajes” gestionados por grupos de rebeldes u oficiales independientes entre sí, y funciona todo de forma no coordinada, entonces resultará tan caro llegar a la costa que directamente no merece la pena exportar; la actividad muere. 

Por lo tanto, cuando hay suficientes rebeliones descentralizadas y lideradas por la avaricia, la economía tiende a sufrir las consecuencias. Por supuesto, si no hay comercio no hay botín. Para prevenir esto, un movimiento rebelde puede intentar crear un “monopolio depredador” y para ello debe crear el monopolio de la violencia rebelde. 

Esto puede ser la razón de que una característica muy común de los movimientos rebeldes es que atraviesan una fase de considerable esfuerzo militar para luchar contra otros grupos rebeldes. Para ser económicamente exitoso, un grupo rebelde no necesita derrotar al gobierno, sino reemplazar el monopolio de la violencia que tiene el gobierno y convertirlo en un duopolio (gobierno-rebeldes). 

En definitiva, las rebeliones altamente competitivas no serán rentables a largo plazo, lo que nos sugiere que siempre habrá fuerzas económicas lo suficientemente grandes y poderosas como para que la actividad comercial no se elimine completamente durante una guerra civil.

Las rebeliones donde ningún grupo puede imponer su autoridad, con el tiempo, acabará desapareciendo. La evidencia para esto es que la duración de una rebelión aumenta si la sociedad consiste en dos grupos étnicos. Las sociedades étnicamente homogéneas y étnicamente muy fraccionadas tienen conflictos más cortos. 

Cuando hay dos grupos étnicos, probablemente uno en el gobierno y el otro en un grupo rebelde, la organización de rebeldes tiene una mejor oportunidad de imponer un monopolio cohesivo en la rebelión.

En definitiva, las implicaciones de lo mencionado anteriormente es que varios grupos vivirán bastante bien en la guerra. Este grupo está típicamente compuesto por empresarios oportunistas, criminales, comerciantes y organizaciones rebeldes. Los rebeldes se convertirán en depredadores de cara a las exportaciones principales, los comerciantes aumentarán los márgenes de beneficio y los criminales robarán mientras los empresarios oportunistas se beneficiarán a expensas de los honestos.

Si algunas personas viven bien durante la guerra puede que no estén especialmente preocupadas con restaurar la paz. Mientras ellos tienen sueldos mayores, los demás grupos sufrirán la disminución de los sueldos y tendrán, por ende, un mayor interés en la paz. 

En general, los perdedores pierden más que lo que ganan los ganadores, por lo que hay oportunidad para encontrar un punto medio y conseguir la paz. Sin embargo, hay dos problemas importantes: el primero es que incluso si encontramos ese punto intermedio donde todos están mejor de lo que estaban, es poco probable que sea algo de fiar. ¿Por qué? Normalmente un pacto de este tipo implica el desarme del grupo rebelde, lo que significa que el Gobierno tendrá la ventaja y, a sabiendas, hará promesas a priori que no mantendrá a la larga. Los rebeldes lo saben y pueden negarse a llegar a algún tipo de trato. El segundo es que es prácticamente imposible llegar a un trato en el que todos estén satisfechos.

Las secuelas en la economía de post-guerra

Una sociedad que ha pasado por una guerra civil tiende a favorecer a los oportunistas y a los criminales, así como a permitir los monopolios. Esto llega a persistir incluso cuando los conflictos ya han terminado y los grupo que se benefician de ello suelen tener un interés en perpetuar estas condiciones de guerra. La forma de lidiar con esto es, lógicamente, debilitar el poder de estos grupos lo antes posible atacando directamente a sus márgenes de beneficios.

Podemos promover la estabilidad y mejora de los mercados mediante una desregulación, una mejora de la logística y la comunicación, ayudando a mejorar y facilitar el acceso a información comercial.

La rehabilitación de los sistemas policiales y judiciales también debería ser una prioridad para reducir las condiciones criminales que facilitan la vida a los oportunistas y criminales.

Conclusión

La conclusión principal es que me he cansado de escribir, pero queda muy feo terminar el asunto así. A ver.

Si me preguntáis "Prokhor, pero... ¿qué podemos hacer para combatir las guerras civiles y todo eso?" Bueno, la comunidad internacional puede intentar ayudar a diversificar la economía de los países en riesgo de caer en una guerra civil, reducir la pobreza y aumentar la tasa de crecimiento. Qué sorpresa, ¿verdad?