Creer en la gente

En España la pandemia va mal porque somos irresponsables.

En España la pandemia va mal porque no somos solidarios, no somos serios, no cumplimos las normas y nos pasamos por el forro de los huevos los riesgos que corren los demás.

En España la única solución es poner multas draconianas a los que no estén dispuestos a seguir las normas, porque si se trata de civismo no podemos contar con la colaboración de nadie.

En España hay que confinar, porque aunque en otros países se haya aplanado la curva con medidas menos drásticas, nosotros no entendemos otra cosa: o prohibición estricta, o nada.

Estas son las frases, más o menos, que vengo leyendo en los últimos días.

Pero coño, ¿nos hemos vuelto locos?

Si pensamos así, ¿cómo podemos creer en la democracia?

Si pensamos así, ¿cómo podemos creer que lo mejor para todos será lo que semejante pueblo vote?

Semejante pensamiento es profundamente reaccionario. Hablar así de nosotros mismos nos descalifica como personas capaces de tomar decisiones sobre sus preferencias o su destino. Hablar así de nosotros mismos es como invocar a Franco con la ouija.

O creemos en la gente, y nos plegamos a lo que la gente es, siente y piensa, o nos creemos superiores a la gente y aplicamos una especie de despotismo ilustrado en el que buscamos lo mejor para el pueblo, pero pasando del pueblo.

Y yo, de momento, creo en la gente.

Porque al final voy a ser más progresista que la mitad de la gente que circula por aquí.

Cosas veredes.