Hay que ser idiota

La idea de que el virus ha sido creado en un laboratorio es simplemente ridícula. La población general está perfectamente al tanto de los estudios secretos en bioingeniería que se llevan realizando desde los años 30 y sabe que esa posibilidad no es real.

Los medios de comunicación no mienten. Si dicen que es algo muy similar a una gripe, ésa es la verdad. Hay numerosos estudios científicos al respecto, y señalar su falta de independencia o contemplar la posibilidad de que hayan sido silenciados o alterados sólo puede provenir de la mente alienada de un magufo. Debemos escuchar a nuestros políticos y sus palabras de tranquilidad, porque ellos cuentan con toda la información y su dedicación al servicio del bien público está fuera de toda sospecha.

Sería de tener muy pocas luces contemplar la idea de que un puñado de familias - esas que poseen, controlan y dirigen todo lo que este mundo contiene - hayan decidido que hasta aquí hemos llegado. Que para evitar las consecuencias de la inminente catástrofe climática causada en gran parte por ellos mismos, la mejor solución es eliminar a la mayor parte de la población, ahora que básicamente toda tarea inferior puede ser automatizada. Que una limpieza total - no étnica, no religiosa, sino de clase - es algo que jamás se ha hecho en la historia y que ya va siendo hora. Que la moral es para quien no se puede permitir prescindir de ella. Habría que ser muy estúpido para pensar que un escenario así puede llegar a ser real.

El cénit de la credulidad lo alcanzaría aquél que sea capaz de pensar que el virus es solamente una pieza de una combinación de dos. Que el virus se mantiene latente de manera indefinida, escondido en los ángulos muertos de las defensas de nuestro organismo. Que al igual que el pescador espera pacientemente hasta que el banco de peces descansa tranquilo sobre la red para atraparlos a todos de un tirón, el virus mostrará toda su crudeza en presencia de un segundo agente igual de contagioso que será liberado cuando la tasa de contagio sea lo suficientemente alta, activando las partes del código genético del virus que - por ahora - duermen, y que le confieren una letalidad del 100%, provocando el mismo resultado que de forma espontánea ya se da en un pequeño porcentaje de individuos incluso en ausencia del segundo agente.

Para pensar algo así, hay que ser conspiranoico. Hay que ser idiota.