El problema de la soberanía limitada

La combinación de globalización y democracia genera una serie de peligros que a menudo nos cuesta afrontar. Esos riesgos existían desde mucho antes, peor nunca como ahora se nos ponen delante de las narices sin que nuestras herramientas mentales sean capaces de enfrentarlos debidamente. Veamos algunas de sus vertientes

-La Amazonía es el pulmón del planeta y la necesitamos todos, pero son los brasileños, mayormente, quienes deciden si la mantienen o la hacen leña. Ese territorio está bajo su soberanía, los habitantes del país son los que votan, y da igual lo que nosotros pensemos. ¿Proponemos compensaciones para que todos aprovechemos un bien que es suyo? ¿Las pagamos todos o sólo unos pocos? ¿Cómo se articula eso?

-Da igual que prohibamos o no aquí, en un país de 47 millones de habitantes, las bolsas de plástico. El plástico es barato, y como es barato, lo usan masivamente los pobres. Por eso Nigeria, Egipto, China e India producen más residuos de plásticos que van a parar el mar que todo el resto del mundo junto. A nosotros nos gustaría hacer gestos, poner nuestro granito de aren, o sentirnos mejor, como cuando nos decían que no se podía tirar la comida porque había muchos niños en África que pasaban hambre. Nuestro trozo de filete nunca llegaría a África, y nuestra legislación cobre plásticos es poco más que simbólica, pero primero hay que resolver la narrativa y luego el problema. No hay otra.

-Los riesgos son compartidos, aunque no lo sean los beneficios. Eso lo demostró Chernobyl. Si mañana llega a Portugal,o a Marruecos, un Gobierno entusiasta de la energía nuclear, padeceremos el mismo riesgo de accidente atómico que si las centrales las tuviésemos nosotros. Y no podemos hacer nada. ¿Cómo resolver ese tipo de situaciones?

-Los impuestos son quizás el caso más claro. Podemos subir cuanto queramos los impuestos a los ricos, pero mientras existan autonomías podrán largarse a Madrid, y mientras existan países podrán largarse a Luxemburgo, o a donde les plazca, generando maravillosos agujeros en los servicios públicos o en la inagotable voracidad de los políticos, según la ideología de cada cual.

Nuestro voto no sale de un determinado territorio, pero los afectados por él. pueden escapar fácilmente. La chimenea que no pones en tu pueblo la pueden poner en el de al lado, te comes el humo y pierdes el empleo.

Ese es el verdadero reto del presente.