Vergüenza de clase

Llevo ya mucho tiempo haciéndome una pregunta. ¿De donde sale esa construcción cultural e ideológica que lleva a una persona de derechas a asignar a un partido de izquierdas la exclusiva obligación de la coherencia?

Escucho a la gente de derechas acusar a Podemos, con razón, de no echar a Echenique por su lío con la Seguridad Social y su asistenta. Pero me resulta imposible entender por qué les parece más grave que lo cometa Podemos y no que su partido lleve más de una década estafando de forma sistémica a la Hacienda Pública en proporciones mastodónticas.¿No debe todo partido democrático, por definición, ajustarse a unos valores esenciales que están por encima de cualquier ideología? ¿De qué forma puede ser peor que un partido equis cometa una ilegalidad que la cometa un partido zeta? ¿Qué justificación legal, moral o ni tan siquiera RACIONAL tiene ese constructo que lleva DÉCADAS imperando en este país?

¿Por qué está mal que una persona de izquierdas coma gambas o lleve un iphone y en cambio es percibido como algo normal que una persona de derechas haga uso de todos los derechos laborales, sociales y sanitarios conquistados por la izquierda (baja, vacaciones, jornada reducida, sanidad, educación, huelga…)?

No nos damos cuenta, pero esos pequeños detalles, esas coñitas que están presentes en nuestro día a día, esa desproporción tan normalizada en la asignación y exigencia de coherencia son los signos de algo gravísimo: la izquierda perdió hace muchos años la guerra cultural y social frente a la derecha. Y encima lo hemos hecho sin plantar ni un atisbo de batalla. Todo esto de lo que hablo ya está implantado en las nuevas generaciones. En la forma en que la mayoría de personas conciben sus vidas. Este constructo cultural es esencial para manipular, para que centenares de miles de personas hayan pasado en menos de un lustro de votar a Podemos a votar a VOX, para que la gente ya no se escandalice con la corrupción sistémica o con los escándalos de una monarquía decrépita pero vea insostenible un chalé comprado legalmente.

Y lo peor es que esto que acabo de explicar racionalmente ya no se puede extirpar con didáctica y pedagogía. Es un cáncer adherido al instinto. Como una lapa. Como el racismo, el clasismo o la homofobia. Un prejuicio. La vergüenza de clase.