Voluntad de vida y pulsión de muerte

Hoy nos hemos levantado con esta noticia en los diarios: "Los superhongos, una nueva y misteriosa amenaza para la salud mundial". Los antibióticos cada vez hacen menos efecto, los antifúngicos lo mismo, los virus siguen sin tratamiento efectivo (más allá de la prevención con vacunas en el mejor caso); y no aparecen nuevos tratamientos alternativos por mucho que se invierta en ello. Para cuando nos demos cuenta, en unas pocas décadas más, la evolución se habrá encargado de generar bacterias y hongos inmunes a toda terapia (y virus para los cuales no exista posibilidad de vacuna: tipo sida, o la gripe), y entonces será el momento en que retrocederemos un par de siglos en cuanto a los cuidados médicos. Los niños volverán a morir con mucha más frecuencia y la esperanza de vida caerá estrepitosamente (lo cual llevará automáticamente a un aumento de embarazos).

Y es curioso que lo que la evolución quitará por un lado: enorme disminución en la esperanza de vida debido a la resistencia a los tratamientos de los microbios, lo dará por otro: aumento explosivo en la natalidad. Como siempre, vemos como la naturaleza lucha o compite contra "sí misma" de una manera que no deja de ser paradójica. Parece existir una voluntad esencial de vida pero también una contradictoria pulsión de muerte (como Freud señaló). La evolución, y la vida a la que ésta da lugar, parece que se mueve siempre de manera que maximiza la destrucción: impregna de voluntad de vida al fenómeno, pero sólo para asegurarse de que éste se esforzará con todas sus fuerzas por sobrevivir, lo cual supone indirectamente que aniquilará por el camino sin excepción el máximo posible de otras formas de vida.

De esta manera parece que la representación (el fenómeno) en el mundo se autorregula de tal forma que se maximiza siempre un ciclo natural por el que se automutila y se devora a sí misma de manera voraz y vehemente, pero también de manera ciega e irracional (esto es, sin un motivo racional y objetivo aparente). No es extraño que Schopenhauer viese (incluso antes de Darwin) que el mundo (el fenómeno) podría ser la representación directa (múltiple) de una (única) esencia trascendente: una Voluntad de ser. Una esencia que simplemente "buscaría" el ser por el ser y el ser de todas las maneras posibles.

Y sería este trascendental "deseo" o "necesidad" irracional (esto es, sin objetivo racional añadido al simple "deseo", podríamos decir "instintivo", por querer ser) lo que llevaría a que esta Voluntad esencial diese lugar (al objetivarse) a la representación de un mundo como el nuestro: donde las leyes físicas se organizan de modo que todo tienda al cambio constante: a un continuo movimiento y a la experiencia de juguetear continuamente con las piezas de lego (átomos) que constituyen las estructuras materiales. La Voluntad "juega" con su creación (es decir, consigo misma una vez objetivizada): crea y destruye continuamente, se devora y mutila al representarse en lo múltiple (en el fenómeno); pero siempre de manera ciega y vehemente: necesita destruir para crear, y necesita maximizar la destrucción para maximizar su creatividad: su "deseo" de ser de todas las formas posibles es un deseo impaciente y feroz. Sin duda, "quiere" agotar todas las posibilidades lo más pronto posible.

Pero claro, si hay algún perjudicado en todo este sinsentido cósmico es el propio fenómeno, el cual se ve obligado a luchar y sufrir como un mero medio (una marioneta) a las órdenes directa de esa irracional Voluntad por el ser y de ser de todos los modos posibles. Así pues, Schopenhauer concluye:

«Querer es esencialmente sufrir, y como vivir es querer, toda vida es por esencia dolor. Cuanto más elevado es el ser, más sufre... La vida del hombre no es más que una lucha por la existencia, con la certidumbre de resultar vencido. La vida es una cacería incesante, donde los seres, unas veces cazadores y otras, cazados, se disputan las piltrafas de una horrible presa. Es una historia natural del dolor, que se resume así: querer sin motivo, sufrir siempre, luchar de continuo, y después morir... Y así sucesivamente por los siglos, de los siglos hasta que nuestro planeta se haga trizas».