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Educación

Tiempo con los hijos: calidad y cantidad sí importan

Compartir actividades cotidianas y rutinarias enseña a los niños a tener identidad y sentirse parte de su familia.

Compartir actividades cotidianas y rutinarias enseña a los niños a tener identidad y sentirse parte de su familia.

Foto:123RF

Este aspecto repercute en su vida, su formación, la estructura y seguridad que tengan en sí mismos.

Según la psicóloga María Elena López, pasar tiempo con los hijos sí importa, tanto de calidad como en cantidad.
Basada en estudios, la experta dice que cuando los padres pasan poco tiempo con sus hijos, estos se sienten solos, extrañan a sus padres y desean compartir más momentos en la vida diaria. “Esto sugiere vacíos de afecto que pueden, en muchos casos, llevarlos a llenar necesidades psicológicas profundas como seguridad, comprensión, protección, orientación e identidad, en otros lugares diferentes de la familia, como los amigos y el colegio, pero también en escenarios con menos control y garantía de que la influencia que ejerzan en ellos sea positiva”, afirma López.
Quienes consideran que pasar más tiempo con los hijos es básico indican que esto trae ventajas como un mejor conocimiento entre padres e hijos, una comunicación más fluida, se fortalece el vínculo y se encuentran soluciones a los problemas diarios de la crianza.
Juana Morales, psicóloga de niños especializada en crianza y desarrollo, explica que el cerebro es un órgano social, y por ello se construye en las relaciones con otros seres humanos, especialmente en aquellas significativas como son las que se tienen con padres y cuidadores.
“Los aprendizajes que los niños hacen a medida que van creciendo, el desarrollo de una cantidad de áreas del cerebro y la adquisición de habilidades y logros, así como muchas áreas de desarrollo, dependen de la relación con otros”.
Y agrega: “Las conexiones afuera generan conexiones adentro, y siempre que esté con un niño pasando tiempo con él, un tiempo en que esté conectado, presente, con juego, con contacto físico, eso va a hacer que él desarrolle las habilidades que necesita”.
Morales también afirma que los niños que crecen con padres más presentes sí son diferentes. “En países donde las licencias de maternidad son larguísimas, una de las cosas que se ven es que los niños son más regulados”.
Estos niños se vinculan mejor con otros, su parte emocional es sólida y aprenden mejor. Las relaciones se construyen con el tiempo, esto se logra con experiencias compartidas, y los mejores maestros serán los adultos significativos en la vida de los niños. Muchas veces estos adultos serán los abuelos o los tíos, y en ocasiones la niñera que queda a cargo de los pequeños. Según Morales, lo más grave es cuando hay negligencia en el cuidado; cuando el niño está solo y no tiene alrededor personas con quienes vincularse, probablemente tendrá problemas de aprendizaje, dificultades para relacionarse o problemas de salud mental.

El corre corre

Si bien estas son las recomendaciones de los expertos, en la vida actual no todos los padres pueden dedicarles más tiempo a sus hijos, encuentran dificultades para repartir el trabajo, la maternidad, la paternidad y el descanso, y, por culpa del estrés diario y la presión económica, no siempre están con el ánimo de compartir con sus hijos.
Morales explica que existen momentos definitivos para construir esa relación entre padres e hijos. Si es posible escoger cuáles pasar con los hijos, los más importantes son los de autocuidado, es decir, cuando el pequeño se levanta, cuando se baña; las comidas, la hora de acostarse, la hora del cuento por la noche. Así, si los padres pueden escoger cuándo estar con sus hijos, lo mejor sería en estas horas del día.
Eso sí, es clave que cuando los padres estén con sus hijos realmente estén presentes, no mirando el celular o la televisión o resolviendo problemas de trabajo. El tiempo con los hijos debe ser para ellos; tener contacto visual, físico, emocional, jugar compartir, escuchar y responder.
El niño debe saber que sus padres están presentes en su vida cotidiana, que saben cómo le ha ido, si ha estado triste, qué comió en las onces, cómo se llama su profesora o si tiene alguna actividad especial en el jardín infantil o en el colegio. Los padres pueden llamarlos siempre varias veces al día. Incluso, es importante que los bebés escuchen las voces de sus padres en el teléfono.

Es clave que cuando los
padres estén con sus hijos realmente estén presentes, no mirando el celular o la televisión o resolviendo problemas de trabajo

Sin embargo, según Morales, nada de esto reemplazará hacer presencia física y emocional en la vida de los hijos. “Definitivamente, tú no compensas en poco tiempo lo que podrías dar en tiempo largo. Hay una parte que tiene que ver con el hecho de estar, con estar alrededor de los niños, modelar comportamientos, hoy ya sabemos que ese tiempo de 5 minutos de calidad no es igual”.
Esto no significa que los padres dejen entonces de dedicar esos tiempos cortos especiales a sus hijos; lo que sí deben tener presente es que al pasar tiempos cortos con los hijos, ellos van a querer durante esos ratos que sus padres les den todo: amor, juego, límites, cariño, mimos, estructura, por lo cual pueden ser muy intensos. En la medida en que se pasa más tiempo con ellos, esta intensidad disminuye.
Los padres pueden evaluar si realmente sus trabajos son tan importantes para su desarrollo personal y para satisfacer sus necesidades básicas, analizar si tal vez pueden vivir con menos ingresos y con más tiempo durante los primeros años de vida del niño para que alguno busque un empleo de medio tiempo o para que trabaje desde la casa. Hoy en día, las empresas también están más abiertas al teletrabajo y a horarios flexibles, con lo cual puede resultar más fácil dedicarles tiempo a los hijos.
Si estas opciones no son posibles, los padres deben buscar un cuidador que sea amoroso, construya relaciones y sea permanente; no es buena idea cambiar cada rato a la persona que se hace cargo del menor, pues él debe encontrar un apoyo constante y seguro.
Es importante, también, compartir el fin de semana cuando de lunes a viernes no se puede pasar mucho tiempo con los hijos, dedicar tiempo a estar en familia, a mostrarles a los pequeños el mundo fuera de la casa y del colegio.

¿Se siente culpable?

Si bien es cierto que muchas mujeres quisieran quedarse con sus hijos durante sus primeros años de vida y no pueden hacerlo por motivos económicos, también lo es que existen aquellas para quienes el trabajo también es muy importante y quieren distribuir su tiempo entre el desarrollo profesional y la maternidad.
Ningún caso es mejor que el otro, ambas opciones son igual de válidas; lo que sí es muy importante para dar lo mejor posible, desde el punto de vista emocional, el paso hacia el primer desprendimiento del bebé es que la madre sea honesta consigo misma sobre cuál es su situación. Es fundamental conocer y aceptar los sentimientos para poder saber qué hacer con ellos, y entonces sí actuar.
Juana Morales, psicóloga de niños especializada en crianza y desarrollo, afirma que lo primero que se debe hacer en estos casos es aceptar que este sentimiento va a aparecer y, en vez de tratar de esconderlo o eliminarlo, lo mejor es analizar qué hacer para sentirse mejor.
La culpa surge generalmente porque la persona cree que les está haciendo daño a otros o porque es feliz mientras que otros son infelices. Desde este punto de vista, debe entender que si el bebé está en buenas manos, con un cuidador amoroso o con la pareja, no va a ser infeliz ni le estará haciendo daño. Lo haría si no se preocupara por él, si no buscara a alguien idóneo para atenderlo o si realmente fuera negligente como madre.
Por otro lado, unos buenos padres son aquellos que se sienten felices con ellos mismos, porque disfrutan lo que hacen y son un ejemplo de vida para su hijo.
Una de las equivocaciones más frecuentes que cometen los padres o las madres a causa de un sentimiento de culpa mal entendido es darles gusto a sus hijos y no fijarles límites. Esto es un error; es importante que este sentimiento no lo invalide como la persona responsable de educar a su bebé, de ser su guía y faro en la vida, de señalarle qué está bien y qué está mal, de crearle rutinas, horarios, de mostrarle la vida y de ser capaz de pronunciar la palabra ‘no’ cuando sea necesario.
CATALINA GALLO
Especial para EL TIEMPO
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