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El dolor de la memoria

El escritor y guionista Alfons Cervera en una imagen de archivo

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Hay olvidos que crecen sobre las cunetas de nuestros caminos, por decirlo a la manera de Paca Aguirre, cuyo verso vuelvo a encontrar al abrir la nueva novela de Alfons Cervera; una historia cruda, de derrota y exilio, contada con esa música que hace cosquillas al oído cuando  las palabras se mueven. 

Se titula El boxeador (Piel de Zapa) y me adentro en sus páginas dejándome llevar por la melodía. Me gusta la ternura con la que Alfons Cervera cuenta los golpes y las costras, me gusta la manera que tiene de escupir la verdad sin olvidar el obsceno sabor de la derrota. Porque lo único que ganaron los nacionales en nuestra Guerra Civil fue la puta victoria; una fulana pagada por el Capital para una orgía de sangre en la que el pueblo puso el somier, el colchón y la ropa de cama. Sé de lo que hablo; soy nieto -por ambas partes- de represaliados de la guerra. He crecido escuchando historias trazadas por las balas de un conflicto que nos condenó a la dureza. De ahí el resentimiento de clase que siempre me acompaña. 

Por todo esto, la historia que ahora leo me alcanza de lleno. Exilio y derrota, lucha y hambre, palabras que llevo escuchando desde antes de haber nacido, de cuando mis abuelos se batieron en el Cuartel de la Montaña contra los sublevados, el golpe de Estado que condujo al desastre. Todo empezó donde hoy está el Templo de Debod y muchos años antes Francisco de Goya pintó los fusilamientos.

La novela de Alfons Cervera me trae estas cosas a la memoria. Es el poder de la buena literatura cuando te atrapa de lleno y no te deja, cuando la noche se abre a tu paso con el maullar de los gatos como única compañía, y las canciones de Edith Piaff y de Yves Montand se van quedando viejas. Es lo que tiene Alfons Cervera, que sabe cómo enredarte en una historia que son muchas historias a la vez y que, como él mismo cuenta, en todas ellas hay una buena parte que son mentira y hay otras partes que la imaginación nutre de verdad. 

Porque el tiempo de la memoria, como el de las fotografías, no es el mismo que el de la realidad. Y sin memoria poco o nada se puede escribir. El boxeador, la nueva novela de Alfons Cervera, es un homenaje a la memoria, un tributo a esas personas anónimas que sufrieron el castigo por rebelarse ante el movimiento del Capital en el año 1936. Porque los ejércitos no están para hacer desfiles y lucir sus botas al compás de una banda de música, no; los ejércitos están para proteger al Capital. Y cuando aquí, en nuestro país, el Capital entró en crisis, sacó al ejército a pasear, que es una manera políticamente correcta de decir que el ejército salió a fusilar. Hijos de puta. 

Con estas cosas me despido de ustedes hasta la próxima; mientras tanto me sumerjo en la lectura de El boxeador, una novela que recomiendo a viva voz. 

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