Ciudades

‘Arquitectura hostil’, el enemigo de los vecinos

  • Ana González Rueda
  • 15 de mayo de 2024
‘Arquitectura hostil’, el enemigo de los vecinos

Pinchos en los escaparates de las tiendas, reposabrazos intermedios en bancos de la calle, rejas en soportales… Aunque a priori puede pasar desapercibido, cada vez prolifera más en nuestras ciudades un mobiliario urbano cuyo objetivo inicial es evitar comportamientos incívicos, pero que termina siendo una barrera que entorpece la vida de los vecinos y dificulta la convivencia entre ellos. Por eso es un equipamiento conocido como ‘arquitectura hostil’.

La tendencia no es nueva. Las ciudades en general y, más desde la industrialización, se han puesto al servicio del comercio y de la movilidad de cara a un fin último: el consumo. A esto se unen las raíces de la arquitectura agresiva u hostil para controlar el espacio público en el siglo XX primando la seguridad y el control social frente a aspectos como la interacción vecinal. De hecho, Jane Jacobs, divulgadora científica, teórica del urbanismo y activista político social, ya criticó duramente en su obra de 1961 Muerte y vida de las grandes ciudades, las prácticas de renovación urbana en Estados Unidos durante los años 50. Estos planes pensados como modelos ideales condujeron, según ella, a la destrucción del espacio público. Concretamente, habla de la violencia en lo cotidiano de la vida pública.

Urbanismo antivandalismo

El origen de esta llamada arquitectura hostil lo encontramos en lo que se ha definido como un urbanismo antivandalismo, cuyo único fin es evitar que se destroce el mobiliario urbano. Y así, para evitar el robo de los bancos, los anclaron al suelo; para que los ‘sin techo’ no durmieran en ellos, los segmentaron con reposabrazos; para que los chavales no se amontonen han colocado sillas que ni siquiera quedan una en frente de la otra… ”Pero no tienen en cuenta al usuario”, explica Joaquín Longhi Díaz, arquitecto y artífice de Lagom. Y continúa: “La forma de diseñar los espacios públicos no es buena, va en contra tanto del medio ambiente como de las personas con movilidad reducida y de las personas que se encargan de los cuidados, que son en su mayoría las mujeres”.

 

En La Ciudad Condal, concretamente, la arquitectura hostil prolifera por momentos. A finales del 2023, la Fundación Arrels  y estudiantes de 14 centros educativos detectaron 334 elementos arquitectónicos hostiles en Barcelona y L'Hospitalet de Llobregat que dificultan la vida en la calle de las personas sin hogar, pero también la tan necesaria socialización de las personas mayores y, en definitiva, el disfrute de las zonas comunes por parte de todo el vecindario.

En todo caso, las ciudades españolas no son las únicas que sufren esta tendencia. Así, si miramos fuera de nuestras fronteras, encontramos ejemplos de arquitectura hostil en todo el mundo. Estados Unidos y Reino Unido están entre los más destacados, pero ha sido en Brasil donde hace dos meses se aprobó una ley nacional contra la arquitectura hostil para evitar el daño que provoca en los vecinos de ciudades como Sao Paulo este tipo de urbanismo inhumano.

Ciudades conscientes y amables

Es interesante lo que escribió Ali Madanipour, profesor de Diseño Urbano en la Universidad de Newcastle, en Public and private spaces of the city (2003) acerca de que estos elementos característicos de la arquitectura hostil no tienen humanidad estética ninguna.

En una era en la que la soledad es uno de los males que más personas sufren, sobre todo en las ciudades, los responsables de urbanismo deberían poner el diseño de los barrios y de su mobiliario urbano al servicio de sus ciudadanos y todo lo que conlleva su día a día: cuidados, socialización, ocio… Y, por supuesto, ahora más que nunca respetando el medio ambiente. “Es importante la arquitectura de los cuidados, la arquitectura humana para la gente con problemas de movilidad, para los niños, para los mayores… Así como que el nuevo urbanismo sea consciente del medio ambiente”, afirma Joaquín Longui Díaz. En ese sentido, David Goodman, decano de IE School of Architecture and Design, tiene claro qué ciudad puede servir de ejemplo: “A mí me parece que lo que está haciendo Amsterdam en cuanto a desarrollos nuevos y una arquitectura de escala humana y amigable es buen referente de urbanismo”.

El Human Centered Design (HDC) es precisamente una concepción de la planificación y el diseño orientada al ser humano, poniéndolo en el centro. Primero se identifica la necesidad y, en torno a eso, se desarrolla, en este caso, el urbanismo. Las claves principales son basar las opciones en la accesibilidad y el bienestar del ciudadano. Poner a las personas en el centro está en la base de la sostenibilidad del planeta, es el humanismo que reclama Naciones Unidas, y requiere de un compromiso de inversión y planificación para que nuestras ciudades, nuestros barrios, no sean lugares hostiles sino amables y sostenibles.