Es difícilmente creíble que llevando viviendo juntos tanto tiempo, Watson tuviera conocimiento ahora de que Holmes tenía un hermano siete años mayor que él y que además era un prodigio de la deducción. Y se enteró porque una tarde de tórrido verano, después del té de las cinco, Holmes se encontraba hablador y quiso que la conversación derivara «desde los clubes de golf, pasando por el cambio de la oblicuidad de la eclíptica y vino a dar por último en la cuestión del atavismo y de las aptitudes hereditarias».