Desde las murallas tu vista alcanza a ver el rostro del rey Elnath. Recuerdas la primera vez que llegaste a la ciudad santa de Exaloc, siendo niño. Tu padre, señor de Eissalot fue quien te mando a vivir en la capital espiritual del imperio para ser el portaarmas del rey Elnath. Como tantos otros vástagos fuiste mandado ser tutelado por otro señor para forjar vínculos y alianzas. Tu adolescencia fue servir al rey Elnath, aprendiendo lucha, ciencia y gobierno. Y hoy, desde las murallas, observas como los cuervos se alimentan del orgulloso rey.
El cadáver del difunto corona el campamento…