El pueblo es capaz de levantarse, tomar la calle, las plazas emblemáticas de las ciudades y reclamar que se les escuche. Exigir que la democracia esté a la altura es un derecho. En España, Grecia y Francia la gente ha pedido que los que fueron elegidos en las urnas rindan cuentas. Ese es el comienzo del cambio, exigir a los partidos tradicionales que dejen de discutir, que se olviden del juego de la competencia por el poder, y se preocupen por los ciudadanos.