Entre 10 y 15 años es el tiempo que se necesita para convertir una nueva molécula en un fármaco que pueda curar una enfermedad. Si se reutiliza una molécula que ya haya sido aprobada para tratar otra dolencia, el tiempo puede reducirse drásticamente a tan solo unos meses. Y esa es la baza que tiene en sus manos el equipo de Cristina Rico, doctora en Biología, jefa del Laboratorio de Estructura Celular en el Centro Nacional de Biotecnología e Investigadora del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, que dirige un proyecto para investigar más de 100 viejos compuestos con potencial para curar el COVID-19.

"Mucha gente piensa que hasta que no haya una vacuna efectiva no habrá solución pero no es la única opción. Podemos hallar terapias farmacológicas que se puedan tomar en las fases más leves y frenar al virus o incluso personas asintomáticas que vivan en entornos donde se produzca un brote y evitar que se convierta en una zona de transmisión comunitaria", explica Rico.

El desarrollo de su investigación, sin embargo, depende ahora mismo de la contribución económica de la sociedad a través de un crowdfunding que han lanzado y estará activo hasta el 10 de octubre a través de la plataforma Precipita. "Tenemos una lista de más de 100 compuestos con posible actividad antiviral contra el coronavirus, resultados preliminares prometedores y un equipo muy motivado. Por eso necesitamos vuestro apoyo", pide la directora del proyecto.

El laboratorio que dirige Risco lleva desde 2007 investigando nuevos antivirales y "reposicionamiento de fármacos" que es, como en este caso, investigar si viejos fármacos pueden ser útiles para nuevas enfermedades.

"Algunos de los que vamos a investigar ya se utilizan o se han usado contra el cáncer, la epilepsia o enfermedades cardiacas, por ejemplo", explica la investigadora, que defiende otra de las ventajas de su proyecto: "Buscamos terapias combinadas que, al usar varias medicinas, reducen la posibilidad de dar lugar a virus resistentes puesto que se les ataca de varias maneras".

Un proyecto en tres fases

El proyecto cuenta con tres fases de desarrollo. En primer lugar, un estudio de modelado molecular que identificará los que tienen potencial contra el coronavirus al enfrentarlos a las estructuras de las proteínas del SARS-CoV-2.

Tras ello, confirmarán de forma experimental la capacidad de los compuestos seleccionados para parar la infección. Es en este punto donde se encuentran algunos de los compuestos y se han obtenido resultados prometedores. En esta fase, los estudios de microscopía avanzada, junto con técnicas de virología y bioquímica, revelarán cómo actúan los fármacos que atacan al SARS-CoV-2, lo cual será crítico para seleccionar los más seguros y eficaces.

El tercer y último paso será obtener un cóctel de fármacos con los que tratar a pacientes en distintas fases de la enfermedad e incluso a personas infectadas asintomáticas en las que se podría parar la replicación del coronavirus para evitar que se transmita a otras personas.