CRÓNICA
Tras la prisión

La "socorrista Irene López": el rastro entre ambulancias de 'La Tigresa' (una mujer "dulce", según sus vecinos, que mató a 23 personas cuando era etarra)

Identidad y cargo con los que la célebre y letal etarra Idoia López Riaño aparecía registrada en la Asociación Detente y Ayuda de Guipúzcoa. Estos días, tras quedarse sin casa en Hernani, se la sitúa con su madre o en el sur de Francia recogiendo flores. Su abogado fue el que ahora representa a Puigdemont. Y algunos de sus antiguos compañeros, que la repudiaron por 'arrepentirse', han estado a punto de ganar las elecciones vascas

Idoia López Riaño entre compañeros de la DyA.
Idoia López Riaño entre compañeros de la DyA.
Actualizado

Las imágenes destilan camaradería y complicidad. Compañeros pertrechados con el atuendo amarillo reflectante que tantas satisfacciones les proporciona posando de espaldas al mar, o en una pequeña oficina, o en la organización de una carrera popular desafiando a la lluvia inoportuna. Entre ellos destaca una mujer de abierta sonrisa que se muestra segura de sí misma y se prodiga en gestos y abrazos con los que parece querer reforzar los lazos de un equipo destinado a la solidaridad y a la ayuda al prójimo.

Aparece también en una fotografía de escenificación común en un cursillo de primeros auxilios pero que, con ella presente, se antoja inquietante. Está el torso cubierto con una camiseta naranja y la cabeza de un muñeco de plástico en el suelo; aparentan ser el torso y la cabeza de un hombre joven supuestamente herido, sobre un tartán, a la espera de que alguien le salve la vida. Y está sobre una mesa el muñeco de un bebé. La mujer permanece de espaldas como preparando algo sobre la mesa, vestida con un chaleco de emergencias que le viene enorme y en el que están estampadas las palabras "DYA monitores", correspondientes a la asociación Detente y Ayuda de Guipúzcoa (DYA). Y es inevitable preguntarse qué pensarían las personas necesitadas de ayuda, a veces víctimas de un accidente, si supieran que quien va a atenderles es Idoia López Riaño, la etarra sentenciada por 23 asesinatos, por los que fue condenada a 2.111 años de cárcel, de los que cumplió sólo 23.

Al menos dos de esos 23 asesinatos fueron efectuados por su propia mano mediante un disparo en la cabeza de sus víctimas. Otros 12 cuando quedaron desparramados sobre el asfalto de la plaza de la República Dominicana de Madrid, tras el estallido de una bomba compuesta por goma 2 y por clavos, los restos de los cuerpos de 12 guardias civiles de entre 19 y 22 años. Y así hasta sumar 23.

Quizás el suyo es un curioso camino hacia la redención que comenzó con su salida de la cárcel de Nanclares de la Oca- Langraitz (Álava) a las 11.50 del 14 de junio de 2017, y que parece continuar en la casa de su madre o en algún lugar del sur de Francia, donde podría estar dedicándose estos días a recolectar flores.

Hasta hace meses, la ocupación de Idoia López Riaño ha sido la de voluntaria en la DYA de San Sebastián. Naturalmente, en las oficinas de la asociación en la capital donostiarra, terminal de una de las organizaciones sociosanitarias sin ánimo de lucro más prestigiosas y más premiadas del panorama nacional (que empezó desplegando ambulancias para ayudar a los conductores o accidentados en la carretera y ha acabado proporcionando ayuda internacional o facilitando que la gente pueda hacer realidad algún deseo esquivo), se acogen a la protección de datos para no dar un solo detalle. Pero, en la sede, su presencia no es un secreto.

En el exterior del recinto, uno de los trabajadores confirma con naturalidad a Crónica que en la DYA «ha estado Idoia, aunque ya no está» y añade que se dedicaba a «trasladar con los vehículos a los heridos o a los ancianos que lo necesitasen, a sus casas».

La DYA ha llegado a tener 400 voluntarios, aunque ahora el número ha descendido por una crisis económica interna superada en última instancia. Según fuentes de la institución, la mayor parte de los ingresos procede de los socios y, según explica a Crónica la gerente, Maider Makazaga, sólo una parte de los fondos, «una parte residual, el 4%, procede de instituciones como el Gobierno vasco o algunos ayuntamientos».

En la preparación de unas prácticas.
En la preparación de unas prácticas.

Idoia López Riaño se presentó como voluntaria tras su excarcelación. Dos años antes había conseguido salir 17 días del centro penitenciario de Nanclares para asistir a unas clases en una autoescuela de Vitoria que la habilitarían para acceder a trabajos en los que se requiriera vehículo. Un impreso en internet permite postularse para el voluntariado en DYA, cuyo compromiso es formar a quienes se incorporen a las siglas del modo que sea y, de hecho, López Riaño formalizó estos cursos, tal y como prueban las fotos adjuntas a este reportaje. No está claro el motivo por el que eligió esta institución, si bien fuentes consultadas por este suplemento señalan la amistad forjada entre López Riaño y Koldo Fernández, el responsable de DYA en San Sebastián, propietario de un bar llamado Aloha en la capital donostiarra , tan afín, según las citadas fuentes, a la izquierda abertzale, como aficionado a las tradiciones más españolas como apuntarse a la celebración del Rocío.

Otras fuentes aseguran que Idoia López Riaño adquirió un estatus por el que cobraba en dietas su trabajo en la asociación. La gerente lo niega tajantemente. «Idoia López Riaño no trabajó nunca en DYA», dice sin negar ni confirmar su labor de voluntariado. «Los voluntarios en esta asociación no cobran un céntimo», responde cuando Crónica le informa de que hay organizaciones donde los voluntarios cobran más de 11 euros por su trabajo, según su cualificación.

Habría dado lo mismo. No consta que López Riaño (también apodada La Tigresa por su porte y su entusiasmo asesino, y Margarita porque le daba por dibujar este tipo de flor en sus cartas), en ese camino de redención, haya pagado un euro de las millonarias indemnizaciones que debe a los familiares de los 23 asesinados en sus atentados ni a los centenares de heridos que resultaron de estos.

El hecho es que en el caso de López Riaño la asociación pareció tener especial cuidado. Un documento facilitado a Crónica constata que se le habría atribuido el nombre de Irene López para garantizar la discreción; su función era la de «socorrista» y habría formado parte de un grupo en el que estarían tres socorristas más: Liceth G., Ane A. y Patxi E.; una TTS, Tatiana I; y una DUE, Iratxe G. En otro documento consta también que, cuando Irene López se dio de baja, lo hizo por voluntad propia.

Durante su estancia en DYA hubo desde las administraciones públicas quien cuestionó su voluntariado alegando que en el ámbito sanitario no deberían poder intervenir aquellas personas que tuvieran determinados antecedentes, pero el anterior presidente de DYA en Guipúzcoa, José Luis Artola, apeló al derecho a la reinserción de los presos etarras, también de los asesinos, y la cosa quedó entonces como estaba. Sin embargo, con su decisión no cerró el debate.

PREOCUPACIÓN EN DYA POR LOS ANTECEDENTES

Según las fuentes consultadas, los jefes de cada una de las delegaciones de la DYA en el País Vasco se han reunido recientemente para poner sobre la mesa la necesidad de solicitar los antecedentes penales a los voluntarios o a aquellos que quisieran incorporarse de un modo u otro a la asociación, preocupados especialmente por quienes pudieran querer ocultar delitos sexuales. La mayor parte de los reunidos se mostró a favor, pero también los hubo que se opusieron (familiares de etarras que han mostrado su intención de seguir el camino de López Riaño), en un lugar en el que se ha normalizado el regreso de los miembros de la organización terrorista hasta el punto de que «no es extraño ver a Valentín Lasarte, uno de los etarras que participó en el asesinato de Gregorio Ordoñez, paseando sin remordimiento alguno por el casco viejo, la zona en la que perpetró el crimen».

Una de las fotos del archivo policial de la llamada 'Tigresa'
Una de las fotos del archivo policial de la llamada 'Tigresa'

Durante el tiempo en el que Idoia López Riaño ha estado trabajando de voluntaria en San Sebastián, su lugar de residencia estaba a unos cinco kilómetros, en Hernani, en un bloque de edificios relativamente modernos junto a la estación. Hay una plazoleta y un parque para niños, y la zona, un poco a las afueras, se presta al paseo de las mascotas. Consta que López Riaño trabó conversación con buena parte de los dueños de canes del lugar. No en vano, en una red social vinculada a su teléfono (en la que no ha respondido a la petición de Crónica de ponerse en contacto), aparece dibujada una mujer abrazando a dos perros.

IDOIA, "CONDUCTISTA ANIMAL"

Durante su estancia en prisión realizó numerosos cursillos con la esperanza de reducir condena. Desde valenciano y taichí en la prisión valenciana de Fontcalent , hasta cursos de terapia con perros «como conductista animal» —escribió ella— para ayudar a niños o a ancianos. Adora a estos animales y ha estado conviviendo con dos de ellos de diferentes razas durante todo este tiempo. Uno pequeñito y ciego que finalmente murió. Y otro de mayor envergadura.

«Era una mujer muy dulce», dice una de sus vecinas cuando la recuerda hablando sobre la ternura de los perros. Lo dice antes de saber su pasado. «Bueno, a Hitler también le gustaban los perros», dirá después. La describen como una chica simpática que ha dejado de lado la coquetería en el vestir que tanto la definió, cuando su compañero de comando Juan Manuel Soares Gamboa la tachaba de indisciplinada, capaz de perder la pista de una potencial víctima porque se había quedado mirando un escaparate, siempre pendiente de su aspecto y «esclava de su cabello».

«Pues no, aquí iba todos los días con unas mallas y una chupa negras», dice otro de los vecinos. Una tercera recuerda que se ofreció a ayudarla para bajar a su marido impedido y que pudiera pasear por el parque. «Me dijo que trabajaba en la DYA, pero al final no me hizo falta. Sí que recuerdo que le confesó a una mujer mayor del edificio que había sido de ETA. Pero no sé en qué tono lo dijo, y tampoco recuerdo si detalló a cuánta gente asesinó. Hace unos tres meses los propietarios vendieron la casa y ella se marchó con su madre». La familia abandonó la casa de Rentería donde ella pasó su juventud cuando falleció el padre, según una de las vecinas del inmueble. Durante mucho tiempo puso su domicilio en esta localidad guipuzcoana como lugar de residencia cuando alegaba para pedir permisos penitenciarios. Pero encontró bastantes dificultades porque los jueces recordaban que en Rentería había al menos ocho víctimas de ETA y no era bueno que se la encontraran por la calle. Finalmente salió de permiso y fue a Rentería. Optó por no exhibirse.

Idoia López Riaño, como Valentín Lasarte, como José Luis Urrusolo Sistiaga, un asesino múltiple que tuvo en vilo a España entera durante años, renunció a ETA cuando ya llevaba bastante tiempo en prisión. Coincidieron en Langraitz, en la vía Nanclares.

LOS 'ARREPENTIDOS' DE LA 'VÍA NANCLARES'

Ella se mostraba siempre tan altiva que, cuando algún representante de la administración penitenciaria tenía que pasar revista a los etarras que aspiraban a la reinserción, tenían que separarlos. «Tenía una pendencia abierta con la mujer de Urrusolo, Carmen Guisasola, una histórica a la que llamaban La Señora». Sus parejas , varias en prisión y, que se sepa, todos etarras, cumplían sus órdenes. «Hacían lo que ella decía. Era inteligente pero tan intensa que parecía un poco pirada. Nunca sabías en realidad lo que estaba pensando», explica uno de los funcionarios.

Con otros voluntarios frente a La Concha
Con otros voluntarios frente a La Concha

López Riaño peleó con altivez todas las decisiones de la administración penitenciaria porque decía que los permisos se retrasaban o no se decidían en su favor. «Como si por optar a la vía Nanclares», en la que los presos, por renunciar a ETA, tenían la esperanza de salir antes, «se le debiera algo». Pero fue cicatera en su evolución.

Durante años se la vio gritar "gora ETA" en los juicios y reírse delante de los familiares de las víctimas. Años más tarde aseguraría que lo hacía obligada. En 2010 anunció junto a su novio de entonces, Joseba Auzmendi, que dejaba la organización terrorista. «Ni la lucha armada ni la represión son la llave que abre la puerta de la paz», dijo repartiendo responsabilidades entre el Estado y la banda, a la espera de que aquello se le reconociese como un gran paso. En 2012 tendría que añadir: «Nosotros no nos hemos arrepentido de nada que tuviera que ver con nuestro compromiso. Otra cosa es reconocer el daño causado y optar por la convivencia». En 2014, en una carta al Gobierno vasco, se preguntaba: «¿Cómo será nuestra vida en sociedad? La etiqueta de arrepentido no hace ningún favor a nadie, ni al preso ni a la gente».

Sin embargo, en 2015, al ver que le eran denegados los permisos, evolucionó y escribió una carta al entonces juez Fernando Grande- Marlaska, destinado en la Audiencia Nacional: «Me metí en ETA muy joven, llena de ideas románticas e idealistas, y los que me captaron supieron cómo hacerme elegir: con nosotros puedes salvar a un pueblo». Y ella, hija de dos maketos, como los nacionalistas llamaban despectivamente a los de otros lugares de España, se apuntó. Fue captada cuando tenía 15 años por orden de Txomin y recibió clases teóricas de Antxon, dos de los más importantes dirigentes de ETA. «Así de estúpidamente me dejé llevar y así de dolorosamente sigo sintiéndolo en cada poro de mi piel y en cada latido de mi corazón», dijo entonces la Tigresa tirando de su habilidad para la escritura, una habilidad que le ha permitido publicar algún cuento y quedar segunda en la convocatoria de algún premio literario en prisión. Del mismo modo que le permitió erigirse en una teórica sobre violencia... «de género».

SUS ENEMIGOS EN ALZA

No convenció a otra juez, María de los Reyes Jimeno, quien le respondió entonces: «Hay lagunas, no consta arrepentimiento pleno, no consta que haya expresado por escrito una petición pública de perdón a sus víctimas, ni ha colaborado con la autoridad policial y judicial para conseguir el final de ETA». Y le intervino las comunicaciones.

En 2016 está fechado el auto en el que se le concedió el primer permiso penitenciario, para el que tuvo que perder al menos una parte de su orgullo. En ese auto se recuerda que, firme en su soberbia, Idoia López Riaño se había empeñado en no admitir como propios más atentados que los dos primeros, el de Ángel Facal Soto, al que asesinó de un tiro en la sien cuando ella sólo tenía 20 años, y el de Joseph Couchot. Se jactó de haber acabado con sus vidas porque aseguraba que uno comerciaba con drogas para niños y que el otro estaba vinculado a los GAL. En ese auto se explica que la terrorista, a esas alturas, ya había aceptado todo lo que se le atribuía. Sus cartas para conseguir la salida, gestionadas por su abogado, Gonzalo Boye, y a las que ha accedido Crónica, son un alarde de victimismo. Aseguró que estaba en contra de «lo que ETA era» desde 1986 y que ya con 20 años se rebeló; que pagó su posicionamiento con siete años en Argel, adonde fue obligada por la dirección de ETA; que, en realidad, no la detuvieron, sino que se entregó. Y que sentía «profundamente el dolor causado por las acciones en las que participé directamente y el sufrimiento por aquellas en las que no participé... y el dolor causado por los atentados que no pude evitar». «Me duelen todos, absolutamente todos los muertos», dijo. Desesperada, calificó los atentados de «abominables», aseguró que negar su dolor era una «infamia» y mostró «respeto y admiración» por las víctimas.

Salió de prisión en el mismo vehículo con el que entró. Iba de paquete en una vespa cuando descerrajó su primer tiro. Y con una moto conducida por su pareja Auzmendi -el etarra con el que se fue de ETA y con el que ya no vive-, salió de Nanclares montando el espectáculo con la ayuda de una furgoneta en la que se cambió por el camino para dar esquinazo a los fotógrafos.

Todavía hoy, quienes la permitieron salir tras 23 años no saben a ciencia cierta si lo que dijo era verdad. En el tiempo en el que la terrorista estaba en activo en el País Vasco, en el comando Oker, ETA mató diez veces. Cinco de esos asesinatos, los de Francisco Rivas, Máximo Díaz, Antonio Jesús Trujillo, Juan Merino y José Expósito, están por resolver. De los otros cinco, ella participó en tres y otros dos tienen como autor identificado a uno de sus amigos de prisión. En su camino a la redención, nunca levantó la mano para ayudar a resolver los casos pendientes, igual que nunca ha escrito una carta directa pidiendo perdón ni ha intentado pagar el dinero que el Estado adelantó a sus víctimas.

Aquella mujer cuya crueldad y aspecto eran tan morbosos que hasta inspiró la serie Killing Eve, según el director británico Lucke Jennings, que encontró cómo sublimar a un personaje tan violento, vive en un lugar repleto de paradojas y contradicciones. Al fin y al cabo, es una de las etarras que renunciaron a ETA apenas un año antes de que la banda abandonara los asesinatos, y se convirtió en enemiga de sus compañeros, algunos de los cuales han estado a punto de ganar las últimas elecciones en el País Vasco con EH Bildu. Ella, entre perros y flores.