Nunca he hallado la paz interior”, confesaba a fines de 2014 Oskar Gröning, un hombre de 93 años que ayer pidió perdón por algo que sucedió hace 70 años, cuando trabajaba en el campo de concentración nazi de Aschwitz. El anciano no tuvo relación directa con las 300.000 muertes de las que se lo considera cómplice, pero igual admitió su culpabilidad moral. A diferencia de muchos exnazis, Oskar Gröning no disimuló el entusiasmo con el que se enroló en las Waffen SS en 1941, cuando tenía 20 años y se sentía atraído por “la elegancia del uniforme”.