En 2015, Monsanto gastó al menos 4,3 millones de dólares en presionar al Gobierno de Estados Unidos para que legislara de forma beneficiosa a sus productos. En la Unión Europea, la corporación de la agroindustria gastó al menos 1,8 millones de euros. Pero, ¿en qué consisten las distintas estrategias que pone en marcha el gigante de los transgénicos para conseguir lo que quiere?