Alberto Fabra ganó las elecciones pero perdió el gobierno de la Generalitat Valenciana. Lejos de volver a la vida civil, ha optado, como tantos expresidentes de comunidad, por seguir en política. Ha conseguido plaza de senador, ese acomodado refugio para los veteranos que han perdido el sillón oficial (Rita, Montilla, Lerma, Rudi) y, al mismo tiempo, en uso de sus atribuciones como exmandatario de la región, también tiene derecho a una cierta infraestructura. Muy cómoda: despacho, coche oficial, escolta, chófer y dos puestos de asesores.