Una cara arrugada asoma bajo un gorro grueso. Las mejillas son de un rosa encendido, reventadas por el calor y aún doloridas del parto. Shaheen nació hace cinco días. Su madre, Midgin, le parió en mitad del mar, en la barca que les trasladaba de noche a lo largo de la enésima etapa de su éxodo. Ahora completan andando, como si hiciera un año de aquello, la distancia que separa Macedonia de Serbia, junto a las vías del tren en Tabanovce. Sin anestesia, ni médicos, Midgin dio a luz a un niño.