En una época como la actual –bien distinta a la de la posguerra y el llamado capitalismo dorado- las tesis socialdemócratas están agotadas. Si uno acepta la lógica de la racionalidad de mercado, está condenado a asumir sus consecuencias y, lo que es sintomático, la inferioridad de la racionalidad política. Es decir, está condenado a asumir que en el mundo nada puede estar por encima de la lógica de mercado. Hemos visto recientemente los fracasos y frustraciones de la socialdemocracia europea, como en Francia, Grecia o España.