(...) Barry Bennell, un reclutador reconocido en el mundo del fútbol y entrenador de juveniles al norte de Inglaterra, observó a Woodward. Era septiembre de 1984 y Bennell les dijo a los padres de Woodward que podía entrenar a su hijo hasta convertirlo en un jugador profesional. ¿Le permitirían entrenar en el Crewe Alexandra, un club profesional, y quedarse con él los fines de semana para mejorar sus habilidades? Resultó ser el comienzo de un calvario de cuatro años de abuso sexual… y tampoco resultó ser el único.