Un día de julio, María, mi hija de once años, entró por urgencias al hospital y el diagnóstico llegó una semana después: un agresivo cáncer de hueso, raro en niños, atacaba desde un lugar de difícil acceso. El pronóstico del sarcoma óseo empeoraba al estar localizado en la pelvis. La "dificultad técnica a priori" de la cirugía predisponía a los médicos del hospital a no intervenir quirúrgicamente. Sin operación, la esperanza de vida es de apenas unos meses con este tipo de tumor.