Atractiva, inspiradora, tecnológica, cosmopolita, abierta, feliz o innovadora son algunos de los adjetivos con los que, frecuentemente, nos obsequian las instituciones municipales en sus discursos oficiales a la hora de definir Barcelona. Se trata de una serie de conceptos que, por amplios y generales, han perdido gran parte de su valor y capacidad de definición. O no, porque para algunos, tras este relato pagado de sí mismo no se encuentra más que el enésimo envoltorio de colores con el que vender la ciudad.