Niza, Berlín, Londres y, ahora, Estocolmo. El patrón se repite. Un lobo solitario se hace con un vehículo, preferiblemente un camión, e irrumpe a gran velocidad en una zona peatonal atropellando a un elevado número de personas. Muchos mueren en el acto, otros quedan horriblemente heridos. A mano, el terrorista lleva un arma secundaria, un cuchillo o una pistola, para prolongar la masacre cuando el vehículo se detenga.