Lo que comenzó como una pataleta de un joven de La Romana de cavar un hoyo en un bancal ha terminado convirtiéndose en una sorprendente casa-cueva equipada con electricidad, wifi y calefacción. En marzo de 2015 cuando, después de una pataleta de la pubertad, comenzó a dar picazos a la tierra en un terreno. Ese mismo año conoció a Andreu, un amigo al que comentó su idea y comenzó a ayudarle con su martillo perforador. El confinamiento por la pandemia del coronavirus hizo que el proyecto se acelerase.