Recuerdo, con absoluta nitidez, las imágenes en blanco y negro de las reuniones que mantuvieron los llamados Padres de la Constitución,los años 77 y 78. Todos iban impecablemente vestidos con traje y corbata y se sentaban alrededor de una mesa alargada con sus carpetas repletas de papeles. Ninguno de ellos iba ataviado con un mandilón de hule ni aparecían provistos de martillo y cincel. Este hecho confirma mis sospechas de que la Constitución Española de 1978 no está grabada en piedra y, en consecuencia, es susceptible de cambios.