Las políticas privatizadoras se presentan como alternativas de modernidad, flexibilidad, eficiencia y racionalidad, mitificando las virtudes del libre mercado. Bajo el imperio de estas ideas, asistimos a un proceso de «anorexización» de las instituciones públicas como impulsoras de valores de justicia y cohesión social, que lleva a desmantelar, no sólo los endebles servicios públicos y las perentorias políticas de protección social en los países empobrecidos, sino incluso el llamado estado del bienestar en los más desarrollados.