Ayer Irene Montero no lloró, aunque al menos tres medios nacionales (y Rafael Hernando) opinan que sí. Se la vio furiosa y descompuesta, probablemente con más ganas de querer explotar de ira que de llorar, pero en ningún momento hay lágrimas en el vídeo que se comparte en las redes sociales. La pérdida de subjetividad y de productividad (un par de cosas que pueden ocurrir si uno llora en el trabajo) son algunas de las causas por las que las relaciones sentimentales entre compañeros de un mismo equipo están prohibidas en ciertas compañías.