El resultado fue inevitable, y sin embargo, la realidad horrorosa de la elevación de Boris Johnson al papel de primer ministro induce emociones profundas de frustración y enojo, así como temor e incredulidad. A pesar de que el concurso de líderes conservadores, un intenso intercambio de una individualidad nacionalista, es el dominio de una pequeña fracción de la población británica, el resultado de hoy tendrá profundas ramificaciones en la vida de cada individuo y cada comunidad dentro del Reino Unido.