En los años 90, el rey Juan Carlos I, visitó un cuartel militar en Alcalá de Henares y tropezó con un adoquín. Los mandos del cuartel decidieron arrestar al ladrillo y pintarlo de amarillo, como escarmiento para el resto de los adoquines. Además del puñado de mandos condenados por la asonada del 23-F, también fueron arrestados los estandartes de las compañías golpistas del cuartel de El Goloso, así como los vehículos utilizados por los militares, incluyendo coches, jeeps y algún tanque.