La celebración, el pasado 9 de agosto, de elecciones presidenciales en Bielorrusia que otorgaron la victoria a Alexandr Lukashenko (a quien apoyaron el Partido Comunista y otras fuerzas de izquierda), ha reactivado el viejo plan de Washington y Bruselas para desestabilizar el país. Tanto Estados Unidos como la Unión Europea se han apresurado a descalificar las elecciones, absteniéndose de presentar pruebas, estimulando las protestas en el país con el objetivo de derribar al gobierno de Minsk.