Si me pongo a pensar, en esa frase no veo más que el desvarío de una torpe declaración a favor del independentismo porque negar el derecho a ser representante en el Congreso a quien no defiende España es negar la condición de españoles a quienes lo eligen. La soberanía ya no residiría en el pueblo, sino en esa parte del pueblo que piensa sobre España como le gusta a Albert Rivera. «No se van, los echamos», le faltó decir. Ni en sus mejores sueños pudieran concebir los independentistas un camino más fácil hacia la independencia