El accidente se produjo cuando −agárrense− tras varios días de extravagantes pruebas para elegir candidatos, un directivo se plantó muy correcto ante los últimos elegidos y, como quien arroja la raspa del pescado a los gatos callejeros, lanzó al aire un billete de cincuenta euros, asegurando que el puesto sería para quien lograra hacerse con él. Al afortunado, veloz en su proeza, se le descontarían de su primer sueldo. No hace falta mucha imaginación para intuir lo que pasó después...