Cuando Evo Morales alcanzó la presidencia, eligió a su hermana como primera dama de Bolivia para los actos de representación internacional. Con urgencia, sus asistentes de protocolo acordaron untarle medio kilo de pomada en las manos. Las tiene de hombre, dijeron, demasiado ásperas para ejercer la diplomacia. Creo que ella aceptó la recomendación en un gesto de sumisión equivocado.