¿Y si, en vez de proponer recortes adicionales de derechos y libertades, los gobernantes de los países democráticos se dedicaran a mejorar la eficacia de los servicios policiales y de inteligencia? Me refiero a la eficacia que ya permiten el elevado número de efectivos, medios técnicos y disposiciones legales existentes; no a una mayor tolerancia ante la brutalidad policial, no a escuchar a todo el mundo hasta cuando va al retrete, no a torturar sádicamente a los sospechosos.