No es éste el gran pastel de la corrupción en términos matemáticos, pero sí puede calificarse como la guinda putrefacta de la tarta de mierda con que cada día nos desayunamos. Es el despilfarro obsceno y la mofa contra las gentes que viven la crisis a diario, algunas sin tener para comer y otras haciendo malabares en el intento de llegar vivos a fin de mes. Es el escarnio a un sistema que nació democrático y se ha ido pudriendo porque muchos de sus garantes están podridos, bien por comisión, bien por omisión.