Si hay un elemento que ejemplifica la extraordinaria continuidad de la civilización del antiguo Egipto durante más de tres mil años, ese es la momificación de los difuntos. Los métodos de embalsamamiento y los rituales que acompañaban ese proceso no sufrieron variaciones sustanciales durante milenios.
Ni siquiera cuando Alejandro Magno conquistó Egipto en 332 a.C. se interrumpió esa tradición. Durante los tres siglos en que Egipto estuvo gobernado por la dinastía helenística de los Ptolomeos llegó a Egipto un número importante de extranjeros, mayoritariamente griegos, que contribuyeron a crear una sociedad multicultural muy marcada por los patrones helénicos, pero eso no impidió que las ancestrales tradiciones faraónicas mantuvieran toda su vigencia, en particular las relacionadas con la muerte.
Una tradición milenaria
En el Egipto helenístico siguió habiendo talleres especializados que se encargaban de embalsamar y momificar los cuerpos de los difuntos. Los ataúdes se decoraban con los textos sagrados faraónicos, en particular el capítulo 125 del Libro de los muertos, en el que se representa cómo el difunto supera el juicio de Osiris, el dios que garantiza el renacimiento en el más allá. Tal vez los egipcios de la era helenística ya no entendían el significado total de este texto, pero en la mayoría de los sepelios, junto al difunto, siguen apareciendo rollos de papiro con los textos sagrados.
El arte funerario de época ptolemaica fue en muchos aspectos una continuación del que se desarrolló en el período saíta (664-525 a.C.). Por ejemplo, siguieron elaborándose espléndidos sarcófagos de piedra, aunque con el tiempo este tipo de piezas se hizo menos habitual. Donde se advierten más cambios respecto al período anterior es en el equipamiento funerario.
Así, los vasos canopos en los que se depositaban las vísceras del difunto fueron reemplazados por cajas funerarias consagradas a los «cuatro hijos de Horus», cuatro genios muy populares en la época. Asimismo, las estatuas de Ptah-Sokar-Osiris –una divinidad sincrética (que combinaba los rasgos de varios dioses) y típica de la época ptolemaica– ocuparon el lugar más destacado en las tumbas.
La tradición egipcia solo empezó a debilitarse con el paso a la época romana. Los romanos tenían otra cultura, otra forma de ver la vida y un universo terrestre y celestial muy diferente al de los egipcios. Poco a poco, las técnicas de la momificación y las antiguas creencias fueron abandonadas, sobre todo con la llegada del cristianismo. Egipto pasó a ser el granero del Imperio romano, pero fuera de eso solo quedó el recuerdo de un pueblo, antes conquistado, perdido en las arenas del desierto.
El arte de vendar una momia
En el período ptolemaico, las técnicas de embalsamamiento eran las mismas que en época faraónica. Trabajadores especializados extraían las vísceras del cadáver, aplicaban natrón como desecante y ungían el cuerpo con aceites y resina líquida. Sin embargo, a menudo esas técnicas se aplicaban de forma poco cuidadosa y el cuerpo no quedaba bien preservado.
A continuación se procedía al vendado de la momia, empleando tiras cortadas de un lienzo de lino. El procedimiento no varió apenas en lo que se refiere al vendado de las partes más internas del cuerpo. Así, se protegían por separado los dedos, las extremidades superiores e inferiores, el tronco y la cabeza (como en la imagen superior).
Para cubrir el conjunto, en la época ptolemaica se tendió a utilizar tiras más anchas, separadas horizontalmente entre sí entre 30 y 50 centímetros. Esas tiras quedaban unidas por un lienzo de mayor anchura que recorría el cuerpo en sentido vertical, con la cabeza y los pies atados.
En época romana, las vendas, de mediana anchura y a veces de varios colores, se entremezclaban en diagonal formando rombos.
Cada venda sobresalía de la anterior en sentido creciente, con lo que se obtenían unos espacios rectangulares similares a pequeñas pirámides invertidas. En el centro de estas oquedades, a menudo se colocaba una especie de botón de yeso pintado de amarillo, imitando el oro. Cabe señalar igualmente que muchas cabezas se decoraron, pintando en negro sobre el tejido, los ojos, la nariz y la boca. Igualmente, en el período romano se han encontrado momias cubiertas con sábanas, tapando íntegramente el cuerpo y sujetas con cordoncillos de lino.
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Este artículo pertenece al número 245 de la revista Historia National Geographic.