OpenAI anunció ayer GPT-4o, un nuevo modelo de inteligencia artificial (IA) que estará disponible tanto para los usuarios del servicio gratuito como para los de pago. Entre sus numerosas mejoras, como los tiempos de respuesta más rápidos, capacidades de memoria optimizadas, mejor análisis de imágenes, se encuentra una voz para las conversaciones que hace todo lo posible por sonar como un humano real. Se ríe, bromea, quizá coquetea un poco. “Se parece a la IA de las películas”, escribió el lunes Sam Altman, CEO de OpenAI, en un post del blog. “Todavía me sorprende un poco que sea real”.
Para ser sincero, parecía la IA de una película en concreto: Her, la cinta de ciencia ficción de Spike Jonze de 2013 que preveía con acierto un futuro en el que las relaciones con la inteligencia artificial sustituirían cómodamente a la conexión humana... bueno, se sentía y sonaba como ella. En la demostración, la voz de ChatGPT es notablemente similar a la de la protagonista de Her, Scarlett Johansson. Por si había alguna duda sobre la referencia, Altman tuiteó “her (ella)”, solo una palabra, poco después del evento.
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Asistentes de IA: entre la ciencia ficción y la vida real
Her es una película estupenda. Su visión de la IA es sorprendentemente matizada, y su descripción de la relación tecnohumana en su núcleo se inclina más hacia la utopía que hacia el escepticismo visceral. Aun así, una súplica a cualquiera que intente manifestar el mundo de Jonze, o el de cualquier otro referente de la ciencia ficción, para el caso, en esta: Vela una vez más, hasta el final. Solo para asegurarnos de que todos estamos de acuerdo sobre el futuro al que nos dirigimos.
Como señaló recientemente mi colega Kate Knibbs, la asistente de IA Samantha en Her no tiene malas intenciones. No toma el camino fácil y trillado de volverse contra la humanidad. Ni siquiera separa a las personas del resto de la sociedad; los compañeros de IA están tan normalizados en el futuro imaginado por Jonze que nadie se inmuta cuando el usuario de Samantha, Theodore, la toma como su acompañante en una cita doble.
Es bastante fácil notar por qué Her atrae tanto a las empresas de IA. A primera vista, tiene todas las ventajas de la inteligencia artificial general (IAG) conversacional y ninguno de sus inconvenientes; En particular, como también menciona Knibbs en su artículo, ninguno de los reemplazos de puestos de trabajo o las alteraciones económicas que augura la IAG. Pero el hecho de que los habitantes del mundo de Her no tengan ningún problema con la compañía de la IA no significa que sea un bien sin restricciones. Las relaciones de la IA en la película son simples, claro, pero también falsas. Samantha existe para adaptarse a las necesidades de Theodore; es una dinámica que le permite recibir sin dar, obtener la seguridad constante de que se le comprende sin hacer el trabajo de entender a otra persona.
No es hasta que Samantha se marcha, pues en Her las IA de todo el mundo desaparecen a algún plano superior de existencia (un resultado que seguramente irritaría a los inversionistas de OpenAI), cuando Theodore se enfrenta a sus propias relaciones humanas desordenadas. Le escribe una carta a su exesposa. Observa un amanecer con su vecino. Son simples actos del ser humano como tal, postergados por una IA facilitadora.
Honestamente, al menos Her ofrece una versión relativamente alegre del futuro a la que aferrarse, aunque no estemos de acuerdo en lo que debes tomar de ella. Es uno de los ejemplos menos ofensivos de anhelo de ciencia ficción de la clase multimillonaria de la tecnología. Elon Musk ha descrito el Cybertruck alternativamente como “diseñado para Blade Runner [sic]” y “lo que los Blade Runners [sic] habrían conducido”. Como Max Read expuso mejor de lo que yo podría en un substack, esto es erróneo en un número impresionante de niveles, subrayando que aspirar a un futuro similar al de Blade Runner está lejos de ser deseable.
Tomemos también el metaverso, acuñado por Neal Stephenson en su novela Snow Crash. El metaverso de Stephenson es distópico, no aspiracional. Desde luego, no merece la pena gastarse más de 40,000 millones de dólares en construirlo como lo hizo Reality Labs de Meta, por mucho que Ready Player One se esforzara en darle un aspecto genial.
Estoy seguro de que me faltan muchos ejemplos, pero basta decir que las interpretaciones erróneas de la ciencia ficción son endémicas en Silicon Valley. No hay duda de que una próxima clase de Y Combinator incluirá una startup con planes de adquirir un xenomorfo de verdad.
No es una observación original; el tuit de 2021 que incluyo abajo lo resume bastante bien. Y quizá la alfabetización mediática se encuentre muy por debajo en la lista de deseos de los atributos de los CEO de las Big Tech. Pero mientras esto siga ocurriendo, merece la pena denunciarlo. Si estamos construyendo una determinada visión del futuro, conviene comprender qué textos sagrados de ciencia ficción son guías y cuáles son cuentos con moraleja. Ser amigo de la IA será mucho más sencillo que forjar lazos con los seres humanos. Eso no quiere decir que sea mejor. A veces es mucho peor.
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A favor de la empresa, al menos un empleado de OpenAI se adentró en la cinta de Jonze recientemente. “Volví a ver Her el fin de semana pasado”, escribió ayer el científico investigador Noam Brown en X, “y me sentí como si hubiera vuelto a ver Contagion en febrero de 2020”.
Es de suponer que Brown se refería a la presciencia, no a la pandemia. Pero vuelve a ver también Contagion, hasta el final. Es un flashback: la deforestación desplaza a los murciélagos de su hábitat; uno de ellos deja caer un bocado de plátano cerca de unos cerdos; un puerco se come el trozo de fruta y lo venden a un restaurante; el chef prepara el cadáver del animal sin llevar guantes; el personaje de Gwyneth Paltrow le da la mano al chef. Es la historia del origen de un brote y también una advertencia sobre la causa y el efecto, y las consecuencias imprevistas, y cómo a menudo no se ve por qué las cosas resultaron tan mal hasta que es demasiado tarde para cambiar de rumbo.
Artículo publicado originalmente en WIRED. Adaptado por Andrei Osornio.