Los carbohidratos refinados como la pasta, el pan o el arroz blanco se parecen a los combustibles fósiles. Contienen mucha energía, su producción es barata y justo cuando parece que la oferta no puede seguir el ritmo de la demanda, alguna innovación tecnológica nos permite extraer y producir más. Y, al igual que los combustibles
A los carbohidratos les ha pasado como a las grasas: han sido demonizados ya que su ingesta ha sido relacionada con el sobrepeso. Ya saben del mito que dice que comer pasta por la noche engorda. En realidad, al igual que ocurre con los lípidos, no todos los hidratos de carbono son malos para la salud.
Las personas con colesterol alto deben evitar los carbohidratos y no las grasas saturadas, según ha comprobado un equipo internacional, incluidos cinco cardiólogos y publicado en la revista 'BMJ Evidence-Based Medicine'. Esto está en consonancia con otro artículo publicado recientemente en el 'Journal of the American College of Cardiology', que proporcionó pruebas de que los alimentos que aumentan el azúcar en la sangre, como el pan, las papas y los dulces, deben minimizarse, en lugar de los aceites tropicales y los alimentos de origen animal.
En la dieta cetogénica es muy importante llevar un control de los carbohidratos que consumimos para no salirnos del estado de cetosis. Si consumimos más de 20 carbohidratos al día, normalmente el cuerpo utiliza el sistema de glucógeno para generar combustible. Y hasta que no están vacías las reservas de glucógeno, el cuerpo no produce cetonas, y empezamos en la fase de quema de grasa para generar combustión para el cuerpo.
Los carbohidratos, o glúcidos, son más comúnmente conocidos como azúcares. Estos sirven de «combustible»: su función principal es aportar energía a las células del organismo, es decir, calorías.