Llega la Navidad. Para muchas casas, eso implica revestirse de orlas gigantes de colores carmesí y dorado, empalagosos ejercicios decorativos que, en las casas españolas, se culminan con un enorme Portal de Belén. Y dado su tamaño, hay que rellenarlo. Rellenarlo con muchas cosas. Pero de la necesidad surge también la falla. Nuestros portales de Belén, ciudad de Palestina consagrada a la mitología cristiana desde el nacimiento de Cristo, están repletos de inconsistencias históricas o de cosas que no tienen ningún sentido. Desde el uniforme de