Al igual que a un occidental le parecerá repugnante alimentarse de insectos, los animales también tienen sus propios prejuicios alimentarios en función del lugar donde viven. Por ejemplo, a los perros mexicanos, al contrario que a los perros americanos, les gusta un poco el picante. Es lo que descubrió el psicólogo Paul Rozin, de la Universidad de Pennsylvania, en sus investigaciones con comida étnica. Los perros, como los humanos, tienen que aprender a que les guste el sabor picante de las guindillas.