'Aquaman y el reino perdido', la segunda parte de la saga con Jason Momoa, da lo que promete: dos horas de diversión e imágenes impresionantes.

Hace cincuenta años, desde la villa de El Unicornio, a unos kilómetros de Roma, se lanzaba Momo, un libro que sería la consagración de su autor, un escritor alemán que había dejado su país porque no estaba de acuerdo con las corrientes literarias del momento. Se trataba de Michael Ende, Mijael Ende. Hijo de un pintor surrealista de renombre, Edgar Ende, Michael, nacido en 1929, pasó su infancia en el taller de su padre absorbiendo los colores, los olores, las imágenes y la simbología que más adelante plasmaría en sus libros.

A pesar de su escritura sencilla y linear, Momo no es sólo un cuento de hadas. Es una metáfora brillante y terrible sobre la era del consumismo, de la fama y de la dominación de la multitud. Se dice que “no tenemos nada más precioso que el tiempo”, que “el tiempo es dinero” pero se nos olvida cada vez más que «el tiempo es vida, y la vida reside en el corazón». El tema era sin duda muy actual en 1974, cuando se publicó, pero quizás lo sea aún más hoy en día.

Jasón y los argonautas es una película de fantasía basada en el mito griego de Jasón y su búsqueda del vellocino de oro. Se estrenó en junio de 1963, siendo un pequeño fracaso en taquilla. A pesar de ello, el film destacó por sus magníficos efectos especiales artesanales, obra de Ray Harryhausen, un maestro de la técnica del "Stop Motion", en el que es probablemente su mejor trabajo. Algunas de las escenas más espectaculares del film, como la lucha contra el gigante de bronce Talos están consideradas habitualmente entre las mejores del cine.

El sueño de cualquier niño o niña, el de sus muñecos preferidos y con los que ha imaginado mil y una aventuras a su manera, cobrando vida propia. Puede que estemos en la era digital, de los videojuegos, Internet o los efectos especiales generados por elaborados programas de ordenador, pero lo encanto de lo físico y palpable debe seguir vigente. Jasón y los argonautas era el sueño de un niño que se hizo mayor, el del Harry Harryhausen, discípulo del maestro y pionero de los efectos visuales Willis H. O’Brien (el creador de King Kong, el clásico

«Jason McElwain era un estudiante autista que luchaba por sacarse el título de secundaria. Estaba enamorado del baloncesto, pero no tenía nivel para jugar en el equipo del instituto. Sin embargo, iba siempre con ellos, les animaba y les ayudaba a lo que fuera en el vestuario. En el último partido de liga, le dejaron que se pusiera la camiseta y jugase unos minutos. Ahí, McElwain metió 20 puntos en cuatro minutos. Ese año Kobe Bryant ha anotado 81 puntos en un partido, pero medios como ESPN decidieron que la de McElwain era la historia del año»

Después de un trauma cerebral el paciente desarrolló la habilidad de "ver" el mundo matemáticamente. Jason Padget ve la realidad descompuesta en lineas geométricas de forma que ve la estructura matemática de las cosas. Entre otras cosas capaz de "ver" pi, y rechaza el concepto de infinito ya que ve todo compuesto de estructuras más pequeñas. Los neurocientíficos están intentando comprender lo que sucede en el cerebro de esta persona, que parece sufrir el extraño síndrome del sauvant adquirido.