Dippy, cariñoso apelativo con el que se conoce en todo el mundo al Diplodocus carnegii del Museo Nacional de Ciencias Naturales, nos saluda desde hace cien años con su pequeña cabeza, para tan descomunal cuerpo, y la inquietante sonrisa que conforma su mandíbula. Cuando se expuso al público por primera vez, a finales de 1913, fue un acontecimiento social sin precedentes.Una exposición rememora su llegada al Museo, donde podemos observar su magnífica osamenta e imaginar cuán formidable debió ser este animal.