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Irene Aguiar
Irene Aguiar Ver comentarios 1 Miércoles, 23 de Febrero de 2022

Por qué deben existir las categorías deportivas divididas por sexo biológico

Laurel Hubbard, deportista trans participando en los JJOO de TokioLaurel Hubbard, deportista trans participando en los JJOO de Tokio

La deriva del debate por la participación de las personas trans en las competiciones deportivas obliga a recordar cuál es el fundamento y por qué se deben mantener las categorías deportivas divididas por sexo biológico.

La deriva del debate por la participación de las personas trans en las competiciones deportivas obliga a recordar cuál es el fundamento y por qué se deben mantener las categorías deportivas divididas por sexo biológico.

 

Hombres y mujeres somos diferentes. Se debe a lo que denominamos "dimorfismo sexual", lo que implica que el macho y hembra de la especie son distintos. Esto no es algo exclusivo de los humanos -no somos nada especiales en esto-, y en los mamíferos suele determinar que el macho sea mayor que la hembra. Así ocurre en los humanos.

 

Uno de los principales culpables de la diferencia del desarrollo entre hombres y mujeres es la testosterona, cuyos niveles aumentan a partir de la pubertad masculina y se estabilizan alrededor de 20 veces más altos que en las mujeres. Así, los niveles habituales de testosterona en una mujer oscilan entre 0,12 y 1,79 nanomoles por litro de sangre y, en los hombres, entre 7,7 y 29,4 (Handelsman et al.).

 

Pero la cuestión no es el nivel de testosterona presente en el cuerpo, sino lo que ésta provoca en el mismo. Ésta produce un desarrollo que hace que el hombre tenga, entre otros, más altura, mayor masa total, mayor densidad muscular y ósea, mayores pulmones y corazón, menor masa grasa, mayores niveles de hemoglobina, hombros y tórax más anchos y caderas más estrechas.

 

Esto se traduce, entre otros, en que los hombres tienen mayor capacidad cardiorrespiratoria, son más fuertes, más rápidos, saltan y lanzan más lejos. Según diversos estudios, son un 50-60% más fuertes, un 10-15% más rápidos y tienen una capacidad 30-40% mayor para producir fuerza/potencia, incluso, a igual tamaño, como resumió World Rugby en sus directrices transgénero.

 

Y ello, a su vez, se traduce en una -o varias- ventajas deportiva, mayor o menor según el deporte. Según un estudio de Hilton y Lundberg, se cifra en un rendimiento un 10-13% superior en deportes como remo, natación y carrera; un 16-22% en ciclismo, tenis, fútbol; 29-34% en voleibol, balonmano, halterofilia; y más del 50% en béisbol y hockey.

 

Esto es fácilmente observable a través de las marcas deportivas.

 

La halterofilia permite ver la diferencia en individuos de similar tamaño, pues se divide por peso. Aquí la comparativa de récords mundiales por sexo y peso. A mismo peso, los hombres tienen un 22-40% más fuerza:

[Img #142678]

 

Imaginemos ahora que los últimos Juegos Olímpicos hubieran sido mixtos, ¿en qué posición hubiera quedado la oro femenino?

 

En maratón… ¡la 71ª! En natación de aguas abiertas, la 23ª (de 26 participantes); y en triatlón, la 49ª (de 51 participantes). En atletismo 100m, 400m y 800m no se hubiera clasificado ni una mujer ni para las semifinales. No hubieran participado mujeres.

 

[Img #142679]

 

Especialmente ilustrativo resulta el estudio elaborado por Boys vs. Women, en el que se compararon las marcas de deportistas masculinos de educación secundaria en diferentes competiciones para menores de 18 años, contra las marcas de mujeres olímpicas en atletismo y natación en los Juegos Olímpicos de Río 2016. El estudio refleja que, atendiendo a las marcas, si hubieran competido juntos adolescentes y mujeres olímpicas, los chicos habrían ganado un total de 81 medallas, mientras que las mujeres olímpicas habrían obtenido un total de 6 medallas. Insisto, contra adolescentes.

 

Esta ventaja no desaparece con los tratamientos de supresión de testosterona. La reducción o supresión de testosterona efectivamente reduce el desempeño -se puede perder masa muscular-, pero no hace desaparecer todo lo adquirido, ni cambia la estructura ósea, ni disminuye la altura, ni hace decrecer el corazón o los pulmones.

 

En definitiva, y según diversos estudios, "las mujeres trans son más fuertes que la mujer media y los hombres trans son más débiles que el hombre medio", y las mujeres trans retienen ventaja inherente a su sexo biológico, como se concluye aquí y aquí.

 

Que las mujeres trans retienen ventaja respecto de las mujeres lo han reconocido hasta los propios miembros del COI. Joanna Harper, mujer trans, asesora del COI y partícipe en las directrices trans de 2015 lo ha reconocido en varias ocasiones

 

El ejemplo perfecto de esto lo está siendo el sonado caso de Lia Thomas en Estados Unidos, deportista trans que tras competir como hombre desde los 5 años hasta la pasada temporada, participando tres años en el equipo masculino de natación de la Universidad de Pennsylvania, tras un año de parón para su transición comenzó a competir esta temporada en el equipo femenino, ganando diversas competiciones, rompiendo diversos récords y pasando del ranking #462 de hombres al #1 de mujeres.

 

Aunque hay muchos casos más. Según el registro de SheWon, son más de 100 los casos de mujeres trans en competiciones femeninas registrados.

 

El deporte busca establecer un campo nivelado entre los contrincantes, y para ello segrega por categorías basadas en características objetivas como lo es la edad, el sexo y a veces por peso. Por ello, a nadie se le ocurre permitir a un adulto competir en alevines o a alguien de 100 kg en peso pluma.

 

Permitir competir conforme a la identidad de género en lugar del sexo se hace en pro de una mal entendida "inclusión". Pero no lo es: cada inclusión de una persona biológicamente hombre supone la exclusión de una mujer de la competición, de la clasificación, del podio y/o del récord.

 

Y no son solo consecuencias estrictamente deportivas las que acarrea dicha exclusión: de la participación y clasificación en las competiciones depende el sustento económico de muchos deportistas.  Esa hasta triple exclusión (de participar, de clasificarse o de ganar) supone no solo impedir que pueda participar en igualdad de condiciones, sino también que pueda acceder a obtener premios, becas y patrocinios. Y, asimismo, a la motivación para seguir en la competición deportiva.

 

Todo esto, que puede parecer muy obvio y evidente, está siendo obviado tanto por organizaciones deportivas como legislaciones de todo el mundo. Así, el Comité Olímpico Internacional (cuyas sus directrices comenté aquí), la NCAA (responsable del caso de Lia Thomas, entre otros anteriores), como, en nuestro país, por cada vez más comunidades autónomas. En España son ya nueve las comunidades autónomas que establecen que se debe competir conforme a la “identidad de género” y no al sexo: Madrid, Aragón, Andalucía, Baleares, Extremadura, Murcia, Navarra, Canarias y Cantabria.

 

Como dice Beth Stelzer de Save Women’s Sports en el deporte compiten los cuerpos, no las identidades. Es por eso que si nos importa el deporte femenino, las categorías por sexo biológico se deben mantener.

 

Debe garantizarse la inclusión y participación de las personas trans en las competiciones deportivas en respeto y sin discriminación. Ahora bien, no puede entenderse como discriminación la categorización por sexo biológico, que obedece a una realidad objetiva e inmutable, como no lo es la categorización por edad o peso. Las normativas que lo obvian deben ser corregidas con urgencia.

 

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NOTA

 

Este artículo es una adaptación de la comunicación “Deporte femenino y personas transexuales: una aproximación a la situación actual” que se presentó en el XVI Congreso Español de Derecho Deportivo, en A Coruña, el 26 de noviembre de 2021. El trabajo completo será publicado por Editorial Reus.

 

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