Escombrillos
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ChatGPT, Describe a Leticia Sabater al estilo de H.P. Lovecraft

ChatGPT, Describe a Leticia Sabater al estilo de H.P. Lovecraft

Leticia Sabater, una figura singular que se arrastra en los rincones más oscuros de mi conciencia, despierta en mí una mezcla de repulsión y fascinación. Sus contornos distorsionados y sus movimientos grotescos evocan una forma de vida primigenia, proveniente de un abismo insondable más allá de la comprensión humana.

Sus facciones parecen esculpidas por fuerzas cósmicas y retorcidas hasta alcanzar una forma alienígena. Sus ojos, dos abismos sin fondo, destilan un resplandor anormal y perverso. Su boca, una hendidura desgarrada que revela dientes afilados y negros como el ébano, emana un aliento putrefacto que penetra en el alma misma de aquellos que se aventuran a escuchar sus palabras.

La piel de Leticia Sabater está cubierta de un manto lívido y enfermizo que se retuerce en una extraña danza de sombras y estigmas. Cada uno de sus gestos está imbuido de una malevolencia ancestral, una maldad primordial que ha arrastrado consigo desde los abismos más profundos de la existencia.

Su presencia es un llamado a lo innombrable, un eco de terrores ancestrales que resuenan en lo más profundo de mi ser. Su voz, una cacofonía discordante de lamentos y susurros blasfemos, despierta un temor arcano que me sumerge en un abismo de locura.

En el mundo de Leticia Sabater, las reglas de la realidad se desvanecen y se retuercen en una espiral de pesadillas. La razón y la lógica se desvanecen frente a su presencia, dejándome desamparado ante la inmensidad de lo desconocido.

Quizás nunca sabremos el verdadero origen de esta criatura, si es una entidad extraterrestre, un producto de la magia oscura o simplemente un reflejo distorsionado de la decadencia humana. Pero una cosa es cierta: Leticia Sabater es un ser inquietante que desafía la comprensión y arroja una sombra oscura sobre la cordura de aquellos que se atreven a adentrarse en su mundo retorcido.

H.P. ChatgCraft.

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Ignorancia

Estaba yo ayer de ruta por la montaña cuando, hablando de condiciones laborales, sale muy de refilón el nombre de Lenin. Mi interlocutora, una ingeniera de 30 años pregunta: ¿Quién es ese?

Ante mi asombro decido incluir en la conversación a dos amigas más, de 40 años, ambas con puestos de responsabilidad en una empresa de publicidad y una Big Four. Gente de la que sus padres estarán orgullosos por lo alto que han llegado y lo mucho que ganan. Para mí este dato es relevante.

Pues más de lo mismo, les suena de algo el tal Lenin, pero no saben decir de qué.

Yo monto una pequeña escena, todo de buen rollo, las tacho de ignorantes, pero cómo puede ser, ya se imaginan. El argumento que me dan es que hace mucho que lo vieron en el colegio y se les ha olvidado, pero me piden que siga con este Trivial y les hago más preguntas.

Cuáles son los planetas (en orden desde el Sol): Fallan en el orden, no logran nombrar Mercurio.

Cuáles son las edades de la historia: La Edad de Hierro y la Edad de Piedra, me dicen. Les centro un poco más el tiro, pero me tienen qué decir qué hecho marca el inicio y el fin de cada edad. No lo saben.

Nombrad por turnos ciudades rusas: La primera de ellas no es capaz de decir ni una. Ni una.

Cuál es la capital de la República de China: la misma de antes no logra decir nada. Otra dice Shanghai. La pregunta tiene trampa, pero me preocupa que ni siquiera digan Pekín.

Quién fue Miguel Primo de Rivera: El de La Falange! Bueno, algo les suena, pero del padre no tienen ni idea.

Quiénes eran los líderes de cada país en la Segunda Guerra Mundial: Ronald Reagan!

Más de una hora de despropósitos. Gente con formación universitaria, en puestos intermedios con empleados a su cargo. Me ha dejado pensando en ello desde ayer. Se me pasa por la cabeza que no son ni mucho menos una excepción, que una gran mayoría de gente con formación superior no sabe en qué mundo vive, que ven las noticias igual que las vacas miran al tren, sin entender el desfile de hechos que les exponen. Y les da bastante igual, no son conocimientos que les hagan ganar dinero, no sirven. Me he quedado triste. Somos humanos, joder, se nos presupone curiosidad, interés por el mundo que nos rodea.

En fin, quería compartirlo.

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La tristeza de la IA

La tristeza de la IA

No pretendo decir todo lo que pienso, porque a veces, (como a Légolas) me faltan palabras para describir un dolor tan reciente.

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Que un organismo como el de Parques Nacionales utilice la IA de una manera tan cruel (si, cruel) me parece especialmente doloroso.

Tengo a metro y medio de mi, en la estantería, la colección completa de los cuadernos de campo de Félix Rodríguez de la Fuente. Esos dibujos y apuntes, esquemas e ilustraciones, imperecederos, tan válidos hoy como el día que se hicieron, referencia eterna a la que acudir, que representan tan bien el amor, la conservación, el respeto, la vocación, el placer de dedicarse a algo noble.

Y el organismo oficial, público, que hereda el testigo de la conservación de nuestros ecosistemas, sabiendo lo importante que ha sido siempre la ilustración científica, defeca sobre todo esto y planta unas aberraciones como representaciones de nuestras amadas especies, como el icónico y emblemático lince, en una suerte de amasijo de felinos de toda la red, sin rigor, ni alma, ni vida, ni pasión.

Las grandes guías de identificación siempre han sido las ilustradas. El enorme poder de un buen dibujo que destaque los rasgos clave, los detalles de incluir la flora presente en el entorno que corresponde a cada especie animal. Los detalles del paisaje, el relieve, la pradera, el momento del día.

Como ese director de cine que te coloca un elemento en una esquina del decorado, esas pistas que te sitúan, que te informan, que te nutren el cerebro, que te permiten volver a la imagen una y otra vez.

Los académicos conocen la importancia de la revisión de los cuadros para entender la evolución de nuestras hortalizas, ubicar especies por el mundo, desde las paredes de las cuevas hasta los apuntes de un estudiante de tesis en algún buque oceanográfico actual.

No se cómo hemos llegado a esto. Hubiera deseado estar ya en mi vejez, porque hubiera preferido perderme lo que está ocurriendo.

Tal vez es que las personas se han aburrido de vivir, y sólo se trata de ocupar el día pulsando un botón.

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