No sólo Escocia. Y no sólo Cataluña. No debe tomarse (o por lo menos no del todo) por euroescépticos a los separatistas que viven dentro de las fronteras del Viejo Continente y que en estos días siguen con atención la suerte de los dos casos emblemáticos del momento, desgarrados entre el deseo de autodeterminación y los sentimientos patrióticos. Están listos, de ser necesario, para hacerse fuertes después de la experiencia de Escocia, y también para dibujar el mapa de una Europa casi medieval, como el que exhibe la Alianza Libre Europea.